Decir no no basta

Decir no no basta es un ensayo de lectura muy sencilla. Está escrito en un estilo muy poco académico, sin notas ni bibliografía, sin grandes discusiones teóricas ni lenguaje técnico. Y esto por una razón muy poderosa: es un libro destinado a movilizarnos. Naomi Klein quiere que hagamos algo después de leerlo.


Y para ello no duda en acudir al miedo. A una de las emociones más antiguas que existen. Nos habla de su propio miedo, a partir de la asunción de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, y por qué nosotros también debiésemos estar asustados. Nos habla del contenido del personaje Trump (esencialmente, una marca: un nombre en la puerta de hoteles lujosos, en los costados de aviones exclusivos, un sinónimo de dinero y lujo. Una marca muy fácil de vender, sobretodo si llega al escalón más alto del éxito, como la Presidencia del país más poderoso del mundo), y también nos habla del contenido del político Trump (desmantelar el mundo público y reemplazarlo por servicios y empresas privadas, quitarle dinero a las personas comunes y dárselo a los poderosos, aprovechar todas las oportunidades para golpear, rápido y sin compasión, a todos los que no puedan defenderse, para que los que ya tienen mucho reciban todavía más).


Naomi Klein nos presenta un futuro parecido a Los juegos del hambre, o la película Elysium, en el que los adinerados viven en zonas "protegidas", con toda clase de lujos, y esquivando los desastres del cambio climático (cambio acelerado por sus propias políticas, además), mientras el resto de la población vive en zonas contaminadas, depauperadas, donde solamente florece la industria de las cárceles. Nos habla de un golpe de Estado corporativo, con Trump a la cabeza, digitando una tras otra políticas contaminantes, discriminatorias, enemigas de los derechos de las minorías, supremacistas y misóginas. Un mundo en el que el odio y el dinero son los únicos motores, y en el que todos los que no seamos súperricos estamos condenados.


Y después del terror, la esperanza. Naomi Klein no esconde el truco emocional, porque ella misma está asustada: necesita decirnos que el futuro es terrible, pero aún hay una salida. Y no es seguir votando por los candidatos "menos malos", por las Hillarys de turno. La única salvación posible, en un mundo materialista y adorador del dinero, radica en soñar. Soñar, sí, eso que no cuesta nada. Para producir un mundo mejor, primero hay que soñarlo. Y solamente la fuerza de un sueño compartido, en el que todos tengamos un espacio real, puede ser suficiente para sacar de sus despachos climatizados a los dueños de todo.


Klein nos cuenta algunos ejemplos de ciudadanos que, unidos, decidieron no creer en mentiras. Y sobretodo nos cuenta su propia experiencia en Canadá y Estados Unidos, en las que activistas negros, ecologistas, feministas, sindicalistas, nativos americanos y todos quienes quisieran asistir fueron capaces de sentarse a la misma mesa y soñar juntos. Plantearse una serie de desafíos locales, y también globales. Hablar de justicia, de cuidados, de respeto, oponer una utopía a un mundo y una política que no cree en ellas. Y desde allí, ahora sí oponerse a las clases dominantes: a los adinerados que simplemente desprecian a su propio pueblo, pero también a los políticos centristas que juegan a la política de salón, y tienen miedo de ser demasiado descorteses como oposición (o a veces, son demasiado dependientes de los mismos bancos o empresas que les pagan sus costosas campañas, así que no se les pueden oponer de verdad).


Un libro inspirador, que ataca nuestras emociones, pero al mismo tiempo nos ofrece argumentos poderosos. Un ensayo escrito con premura, pero cuyo fondo reflexivo descansa en una reflexión más antigua, expuesta en los libros anteriores de la autora (No logo, La doctrina del shock). Una invitación a la acción política, mientras el estado de nuestro planeta nos permita aún mirarnos como hermanos.