El pueblo que votó que la tierra era plana

Cuando el pueblo de Huckley vitorea y aplaude durante un juicio la sinvergonzonería del miembro más ilustre de su comunidad (sir Thomas Ingell) en perjuicio de cuatro hombres que simplemente pasaban por allí en coche (y se han visto enredados sin remedio en una descarada emboscada para sacarles dinero), no saben que se las están viendo con varios miembros de esa peculiar profesión que es la del periodismo, y que no perdonan ni olvidan. Junto a un empresario de teatros de variedades que también ha sufrido la misma afrenta, urden un plan que pondrá al pueblo y a sir Thomas en boca de todo el mundo… y no para bien, precisamente.

Kipling era periodista, y no solo usaba su experiencia en ese campo sino que también gustaba del recurso del narrador periodista que contaba la historia en primera persona y que funcionaba como su propio alter ego. Lo hizo en la archiconocida “El hombre que pudo reinar” y vuelve a hacerlo en este relato largo publicado casi treinta años después siendo ya premio Nobel de Literatura.

¿Qué tenemos entonces aquí? Pues una sátira muy aguda sobre la manipulación que la prensa ejerce sobre la opinión pública, las mentiras que publican sin sonrojo con objetivos concretos y la credulidad de ese mismo público, que acepta como cierto todo lo que se cuenta en los periódicos; también pone sobre la picota tanto al funcionamiento de la justicia (Kipling se acuerda de Dickens en cierto momento) como a los miembros de la Cámara de los Comunes y la nada absoluta que supone su mera existencia (hablan, discuten, argumentan… en un bucle infinito que no llega a ninguna parte).

Divertida y mordaz. La edición, fantástica 🙌🏻
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