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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
28 November 2017
Dos razones me impulsaron a hacerme con este libro en cuanto lo vi en la librería. Una es precisamente su adaptación cinematográfica, vista en varias ocasiones (visionada nuevamente para hacer esta reseña) y que considero una de las mejores películas de aventuras de todos los tiempos. La segunda es la edición, y por concretar, su ilustrador. Colecciono (y llegué a hacerlo en su momento inconscientemente, aunque ahora mentiría si dijera que no los voy buscando adrede) los libros que ilustra el grandísimo Fernando Vicente. Tengo la suerte de que todos son libros de mi estilo que compraría y leería igualmente, pero con su trabajo en ellos se convierten para mí en joyitas de colección.

Estamos en la India de finales del siglo XIX, cuando era colonia del imperio británico y cobijo para hombres tan variopintos como exploradores y aventureros o sinvergüenzas y rufianes. Peachie Carnehan y Daniel Dravot pertenecen a este último grupo; dos canallas británicos, anteriormente suboficiales del ejército, que recorren la India engañando, estafando y sobornando. El narrador los conoce superficialmente al principio de la historia en una anécdota que ya es un fiel reflejo del modo de vida de estos dos caballeros, y no vuelve a saber de ellos hasta que se presentan de improviso en la oficina del periódico en el que trabaja pidiéndole mapas, atlas e información: han decidido que la India se les queda pequeña, que ya han hecho todo lo que podían hacer en ella, y que ahora quieren ser reyes... reyes de verdad por derecho propio, con un reino, súbditos, corona. Y la región escogida es Kafiristán, más allá de Afganistán. Tan imposible es resistirse a la ayuda que solicitan que nuestro narrador se la presta y, tras verlos partir en busca de su reino, no vuelve a saber de ellos... hasta un año y medio después, cuando aparece en la misma oficina un despojo apenas humano que dice ser Peachie Carnehan. Y comienza a narrar la historia del hombre que quiso ser rey, que llegó a serlo... uno de los mejores relatos de aventuras que yo he leído nunca.

Peachie y Dan quieren imitar lo que años antes había hecho James Brooke, un inglés que llegó a ser el primer rajá blanco de Sarawak (Borneo) y en quien Kipling se inspiró para esta historia, y que a su vez ejemplifica lo que era el imperio colonial británico y su (gran) opinión sobre sí mismos y sus pretensiones. Podían gobernar allá donde quisieran, tenían derecho a tomar lo que se les antojaba, y los que vivían en aquellas tierras eran unos ignorantes asalvajados que se doblegarían sin cuestión alguna bajo la superioridad del yugo britanico. Pero Kipling no se conforma con esta nada velada crítica, sino que va cambiando las tornas y el tono de la historia, y conforme las ansias de poder se apoderan de uno de los protagonistas, cuando realmente comienza a creerse un dios enviado para gobernar los destinos de esos pueblos y se olvida de los principios que regían en primera instancia su aventura (el contracto inicial), se pierde el tono ligero del principio y la cosa se pone más seria, produciéndose una evolución bastante insospechada para quien no conozca la historia de antemano: se pasa de un tono ligero y picaresco a uno bastante más áspero, pero sin dejar nunca de ser audaz, intrépido y descarado.

La narración en primera persona corre a cargo del periodista inglés, del que jamás sabemos su nombre pero que siempre se ha dado por hecho que es un alter ego del propio Kipling (él mismo trabajó en un periódico en Bombay con un nombre muy parecido al que aparece en el relato), y también resulta evidente que el autor volcó en la historia su pertenencia a la orden masónica, cuyos ritos, espíritu y símbolos subyacen a lo largo de todo el relato (los tres protagonistas son masones), aunque solo se nombra como tal ya en Kafiristán.

Un relato imprescindible sobre todo para quien le guste el género de aventuras. En aquellos tiempos muchos escritores tenían unas vidas y experimentaban unas vivencias que eran maná para la literatura. Kipling era uno de ellos, y se nota en todas y cada una de sus obras.

Termino con la edición. de las ilustraciones de Vicente hay buena muestra tanto en el booktrailer que os adjunto arriba como en las fotografías que adjunto de mi ejemplar (en las fotos he evitado las del final para quien no conozca la historia). Soy muy fan de este señor, y si no fuera por sus ilustraciones esta edición no sería lo mismo... edición que sigue la misma tónica que otros libros ya reseñados de Nórdica por aquí, como La cata, de Roald Dahl. Tapa dura, con lomo de tela roja, y en su interior noventa páginas (veinticinco de ellas correspondiente a ilustraciones) en las que el texto es grande para ocupar el mayor número posible de ellas y darle más empaque. La edición merece muchísimo la pena y es de calidad, como todas las de Nórdica (para regalo es una gozada), son 20 euros muy bien invertidos... pero, como siempre, os aviso: estos relatos duran lo que duran en las manos, no más de un rato. Ya cada cual que decida si se gasta ese dinero en este tipo de edición o en una novela que le dé más horas de lectura.
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