—¡Tienes un tatuaje! —consigue Flora articular la palabra por fin. —Sí —asiente Alex, que parece divertido—, tengo un tatuaje. ¡Muy bien! —Pero... —Su mirada se dirige hacia mí. Veo trabajar su mente ebria—. Un momento. —Vuelve a mirar a Alex—. Pelo oscuro, tatuaje... ¡y todas esas preguntas sobre él! Mi corazón empieza a latir tan fuerte como la base de la música. —Flora, vámonos —digo rápidamente, y la estiro del brazo, pero no se mueve. —Es él, ¿no? —¡Para! —Entro en modo pánico—. ¡Vámonos! Pero no hay modo de moverla.—Es tu hombre, ¿no? —Parece encantada—. ¡Sabía que era alguien del trabajo! Está enamorada de ti —le dice a Alex, empujándome para añadir énfasis a la frase—. Ya sabes. En secreto.
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