"Me miraron, y yo les miré. Tal vez todavía hubieran podido largarse, y hay gente que todavía me pregunta por qué no lo hicieron. «¿Por qué no echaron a correr, Charlie? ¿Qué les hiciste?». Algunos lo preguntan casi con temor, como si hubiera algo diabólico en mi interior. Yo no respondo. No contesto a ninguna pregunta sobre lo que sucedió esa mañana en el aula 16. Pero si tuviera que decir algo al respecto, afirmaría que han olvidado qué es ser joven, vivir en estrecha intimidad con la violencia, las habituales peleas a puñetazos en el gimnasio, las riñas en las discotecas de Lewiston, las crudas imágenes en la televisión, los asesinatos en
las películas".
—"¡Adelante, Charlie! ¡Jódeles a todos!
Muchas cabezas se volvieron a un lado y otro y muchas bocas se abrieron, pero a mí no me sorprendía demasiado lo sucedido. Ya he explicado que esto es como la bola de una ruleta, ¿verdad? Claro que sí. En cierto modo —de muchos modos—, todavía seguía girando. La locura es sólo cuestión de medida, y hay mucha gente, aparte de mí, que siente el impulso de hacer rodar cabezas. Esa gente gusta de ver películas de miedo y acude a los combates de lucha... Quizá lo que Grace había dicho tenía el sabor característico de esas cosas, pero la admiré por expresarlo en voz alta, sin reprimirse; el precio de la sinceridad
siempre es muy elevado".
"Habréis advertido que yo tenía cierta fijación con Ted…
¿Por qué no iba a tenerla? Todavía hoy trato de entenderle. A veces parece que todo cuanto sucedió esa larga mañana no fue más que un producto de mi imaginación, de la fantasía de un escritor harto de alcohol. Pero ocurrió de verdad, y en ocasiones tengo la impresión de que el centro de todo ello fue Ted, no yo. Me parece que fue Ted quien transformó a todos en lo que no eran… o en lo que realmente eran".
"Quizá había olvidado, o no había sabido nunca, que los niños crecen recordando cada golpe y cada palabra burlona o desdeñosa".
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