Misery

Creo que no iría muy desencaminado al decir que Misery es uno de los libros de Stephen King más recomendados. Una de esas historias cuyo mayor éxito radica en la capacidad que tiene de generar entusiasmo entre aquellos que la leen, incrementando ese boca a boca tan necesario para que, un producto como este, llegue a las estanterías de lectores que jamás pensarían en acercarse a una obra del genio de Maine.
Y ese logro no se sustenta en alejarse de las historias de terror que todos tenemos en mente cuando hablamos de King. Todo lo contrario. La capacidad que tiene esta obra de generar inquietud, de estremecer, de que tengas la necesidad de apartar por momentos la mirada del libro para alcanzar un poco de suspiro, convierten esta historia en un clásico moderno indiscutible. Esta obra es puro terror y como tal debería plantearse a cualquiera que se acerque por primera vez al género.
El mayor acierto de esta novela es la extraordinaria capacidad que tiene el autor para economizar los efectos pirotécnicos de cualquier obra de terror y concentrarlos en dos personajes encerrados en una localización puramente claustrofóbica. Es ahí donde la obra vence por encima de las demás, donde libera todo su poderío narrativo para acercarte a unos personajes que quedarán en la memoria colectiva de aquellos que alguna vez se acercaron a esta historia y a los que, aun sin haberlo hecho nunca, reconocen la importancia de uno de los villanos más terribles de la literatura de terror.
Puesto que Annie Wilkes se ha convertido en un icono literario que rivaliza con otros personajes tan siniestros y humanos como pueden ser el Doctor Jeckyll, Dorian Gray o hasta el mismo monje Ambrosio, obsesionados por alcanzar un objetivo sin pararse un momento a parar en las consecuencias de sus actos. Pero es que, en el caso de nuestra enfermera, la delgada línea que separa la cordura de la enajenación se rompe desde el mismo momento en el que uno inicia esta pesadilla, ofreciéndole al lector la terrible realidad a la que se tendrá que enfrentar desde que es consciente de la situación en la que se encuentra su protagonista.
Pero si hay un personaje que merece toda la atención en esta historia es la del propio narrador, un Paul Shledon consciente en todo momento de que su vida está en manos de un ser irracional. Un escritor que ve como la fragilidad de su propia mente, sus dependencia absoluta de los cuidados de la enfermera y su pérdida progresiva de la esperanza en alcanzar un simple alivio a sus tormentos le llevarán a convertirse en todo un ser desamparado.
Es ahí donde King pone toda su maestría en presentarnos esa degradación física y, sobre todo psicológica. Desde la incertidumbre inicial, la engañosa esperanza, la creencia de que todo no deja se ser un mal sueño hasta la llegada de la paranoia, el miedo, la desesperación y el desarrollo de un síndrome de Estocolmo en búsqueda de algo a donde aferrarse. La evolución como personaje de Paul Sheldon la vives, y sufres, en primera persona, consiguiendo el objetivo a que todo buen escritor debería aspirar. A olvidarte que lo que tienes entre manos es solo un libro.
Misery es una de esas historias inolvidables que quedan en el recuerdo de cualquier amante de la literatura de terror. al fin y al cabo, todos nosotros somos los admiradores numero uno de el genio de Maine y, en definitiva, guardamos un hacha en el tocón por si algún día deja de escribir aquello que tanto nos gusta.