Creo que los conflictos humanos corrientes casi nunca se resuelven como en la tele. En la realidad vuelven una y otra vez, empequeñeciéndose cada vez más hasta que por fin desaparecen. Aunque la verdad es que no desaparecen, sino que se secan, como charcos de barro al sol —hizo una pausa antes de continuar—. Y casi todos dejan el mismo residuo asqueroso.
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