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Tengo una debilidad por aquellas historias de terror en la que los personajes lo pasan mal. Creo que es necesario que sea así ya que cuando intuyes que los personajes de una novela, o relato corto como es en este caso, son inmunes a las amenazas a las que tienen que enfrentarse el resultado es que terminas por perder cualquier amago de inquietud. Sabes que pase lo que les pase saldrán adelante y recordarán lo vivido como una pesadilla. Pero cuando consigues meterte de lleno en una historia angustiante como esta, donde sientes como el peligro te envuelve con toda su magnitud, aprovechando tu desconcierto y, por qué no, tu miedo, entonces sabes que tienes entre manos una historia que merece la pena descubrir. Y por norma general Stephen King, aquí acompañado de su hijo, sabe manejar esa sensación de peligro de un modo muy eficaz. Sabe envolverte en unas atmósferas opresivas y peligrosas que consiguen meterte el miedo en el cuerpo. Con pequeños detalles que apenas puedas apreciar o con tremendos golpes directos al abdomen que te hacen cerrar los ojos por el dolor. de ahí que cuando te adentras en medio de este enorme campo de hierba, más alta de lo que se esperaría como normal, tú sabes perfectamente que en ningún momento estás teniendo una buena idea y que pase lo que pase en esa verde pesadilla, vas a pedir a gritos escapar cuanto antes. Un relato intenso, aterrador, lleno de angustia y sin ningún tipo de contemplación. |
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