Doctor Sueño

La gente que carece de pasión por la lectura es porque aún no sabe que un libro puede cambiarte la vida. Obviamente hay que tener cuidado con el libro en el que decidimos depositar nuestra confianza, pero cuando su autor tiene un don de la palabra como el de Stephen King resulta casi imposible sufrir una decepción.

Hace ya un año que compré la versión en inglés de una novela que me inquietaba no solo por su preciosa portada (Ese gato que parece leerte los pensamientos) sino por ser la continuación de uno de los grandes títulos de este autor, El resplandor. Habiendo leído aquella era imposible no estar tentada por averiguar qué fue del pequeño Danny Torrance. En mi caso, cumple con las expectativas y no decepciona. Si es verdad que podías esperar otra cosa pero yo lo veo una forma muy digna de seguir una historia al tiempo que presentas una nueva, de forma que nadie se ve obligado a leer El resplandor para poder echarle el guante a ésta novela (Aunque sí sea recomendable echarle un vistazo, da igual si es antes o después de la lectura que aquí nos atañe).

Muchos dicen que King perdió parte de su encanto hace años, al abandonar sus problemas con la bebida y otros vicios que desgraciadamente también repercutieron en su fama. Por mi parte he leído obras suyas de todos los tiempos sin orden ni criterio y debo decir que me sigue hechizando, sin ser por ello un brujo de las letras. ¡Es humano! Tendrá novelas mejores y peores, y en ellas no tiene por qué influir ni su experiencia ni el estado en el que estuviera escribiéndolas. Unas gustarán más y otras gustarán menos... lo normal, sin más.

Llegando a mi opinión personal autoconclusiva, recomiendo encarecidamente leerse Doctor Sueño e incluso animo a los más valientes a hacerlo en inglés, ya que no me pareció que se necesitara un dominio muy elevado del idioma para entenderlo y ahí sí tenéis acceso directo a la escritura del señor King antes de pasar por las manos del traductor. Decidme si no sigue teniendo algo especial en los dedos... repito, mágico sin ser ningún brujo.


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