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Carrie White es una muchacha que sufre un constante abuso desde que tiene memoria, tanto de su propia madre como de sus compañeros del colegio. Esta primera es una fanática religiosa que excede los límites de la cordura y obliga a su hija, siempre por medio de maltratos, a seguir su mismo estilo de vida y a rezar continuamente. Como resultado, Carrie termina convirtiéndose en una adolescente ingenua, tímida y retraída. Esto queda claro sobre todo al comienzo, donde sufre una escena traumática en las duchas del colegio que actúa como el desencadenante de todos los horrores que acontecerán después... Porque ella no es una chica como cualquier otra: tiene el poder de la telekinesis. Junto con el relato de su historia, se intercalan extractos de libros que tratan sobre la telekinesis y el caso de Carrie en particular, anticipándonos que hubo una enorme tragedia en la ciudad de Chamberlain que provocó su destrucción casi total. Por ese motivo, proceden a analizar las diferentes escenas que tienen a Carrie como protagonista y las analizan. Ella misma, al principio, no es consciente de que posee este poder hasta que recuerda un episodio de su infancia en particular donde lo empleó involuntariamente, reaccionando ante la violencia de su madre. De a poco, comienza a practicar esa habilidad hasta que la puede controlar del todo. Más tarde, cuando es invitada al baile de graduación y consigue finalmente rebelarse ante su madre para asistir, cree que su vida va a cambiar. Pero una de sus enemigas planea una venganza contra ella, y esa se convierte en la broma que les va a costar la vida a cientos de personas... En suma, es una novela inquietante. Quien en ocasiones "roba" el protagonismo es Margaret White, cuya obsesión por Dios me generó escalofríos en más de una ocasión. El final en sí es crudo, como todo lo de Stephen King, y es lo que hace que uno no pueda dejar de leerlo. |
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