Carrie

Resulta fascinante volver a leer una historia como la de Carrie pasado más de veinte años desde la primera vez que la tuve entre mis manos. Regresar a ese debut de King, acompañar a su protagonista a lo largo de su tormentosa adolescencia hasta desembocar en un desenlace icónico que se mantiene como un hito, no solo de la literatura de terror, sino de la cultura pop de las últimas décadas. Aun recuerdo disfrutar de aquella lectura, a la que llegué seguramente tras ver la adaptación cinematográfica de Brian de Palma, deseando regresar a todos los momentos icónicos de la película, a la espera de ver como surgía esa explosión de rabia que vendría a poner a todo el mundo en su sitio.
Eran tiempos de muchos cambios. Una historia como esta no dejaba de plasmar ciertas semillas en tu cabeza que, aun de manera inconsciente, te hacía disfrutar mucho con esa idea. La de liberar todo un poder interno que, como cualquier adolescente, te permitiera acabar de una vez con todos tus problemas. La novela no dejaba de ser un entretenimiento lleno de sangre, una de esas historias que disfrutabas sin más, sin plantearte en ningún momento algo más que la de desear que todos aquellos adolescentes hormonados se llevaran su merecido.
Sin embargo, el paso del tiempo ha hecho que vea en este libro la auténtica joya de terror que nos descubrió al genio de Maine. Ya desde las miles de implicaciones que tiene en su inicio. Nuestra protagonista se encuentra completamente aterrorizada frente a uno de los momentos más trascendentales de su vida, a la vez que que sufre una humillante lapidación por parte de sus compañeras de colegio. Y no tan solo por la evidente desnudez que ofrece la perdida de una infancia a través de unos dedos manchados por lo desconocido. Sino porque King nos ofrece un certero y cruel retrato de lo que supone el lidiar día tras día con el problema del acoso escolar. Carrie nos va relatando entre lágrimas mucho más cosas que lo que le ocurren a primera vista. Desde las falsas expectativas que tiene para pasar desapercibida en su mundo hostil, a sus gritos desesperados por entender aquello que, hasta ese momento, le era desconocido, adentrándose ya desde el comienzo de la novela en unos fanatismos religiosos que tomarán posteriormente cuerpo en forma de su madre.
Todo eso en apenas unas diez páginas. Unas página que ya de por sí constituyen una declaración de intenciones por parte de King de lo que estaría por venir en su narrativa desde entonces. Personajes muy trabajados a nivel psicológico, hasta el punto de lastrar cualquier adaptación cinematográfica de los mismos sin claudicar en el intento, una apuesta por un realismo sucio y doloroso en donde desaparece cualquier paternalismo hacia sus creaciones exponiéndolas a todo tipo de penurias y, sobre todo, ese componente sobrenatural marca de la casa que le ha convertido en el escritor más importante de género de los últimos tiempos.
Y es que, conforme te vas adentrando a descubrir lo que se esconde tras la compleja personalidad de Carrie, King comienza a deslizarnos artículos periodísticos, fragmentos de entrevistas, relatos a posteriori de los hechos dramáticos que culminarán la novela…que te invitan a pensar en que esta historia no es tan simple como parece desde su inicio. Sucesos extraños, inexplicables, miles de fragmentos aislados que van tejiendo un trasfondo que puede ser tan aterrador como la terrible vida a la que se ha enfrentado nuestra protagonista desde su infancia.
Todo ello para adentrarnos en una historia de empoderamiento femenino que resulta anacrónica a los tiempos en los que fue escrita. Carrie nos narra abiertamente sus miedos, sus frustraciones, sus dependencias emocionales al mismo tiempo que nos insinúa el nacimiento de una fuerza en su interior que le llevará a enfrentarse a su madre, a la sociedad y a sí misma en uno de los desenlaces más aterradores que King ha podido escribir.
La devastación no deja más que preguntas a los lectores. ¿Es Carrie una víctima o una villana? Sea cual sea la respuesta, el libro tiene la misma capacidad de adentrarse en el más profundo de los terrores. Aquel que permanece en tu cabeza mucho más tiempo del que podías esperar.