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Elegí este libro para leérmelo en verano guiado por su portada que invitaba a una lectura fresca y entretenida. Para mi gusto la portada del libro está bastante lograda, muy atractiva y actual. La protagonista, Maeve, tras un percance con un tiburón es una amante empedernida de estos animales y los defiende a capa y espada. Ese además es su trabajo principal y vive por y para ello. Además su vivienda se trata de un hotel, el Hotel de las Musas, un hotel donde la dueña principal del mismo es su propia abuela, que a su vez también vive con su hermano, un tanto problemático. A lo largo de su vida, Maeve tendrá que lidiar con el tema del amor, donde aparece su pareja de toda la vida pero a su vez un hombre que conoce en el océano, Nicholas, un amante de las rayas. La vida de Maeve transcurre entre diversos problemas con el amor, pero a su vez se entera de una trágica noticia relacionada con los animales a los que ama. Han aparecido un centenar de aletas de tiburones cortadas que emplean para cocinar. Maeve se verá, de repente, metida de lleno en este problema que le preocupa y descubrirá quienes son los responsables. Ha sido un libro que no ha conseguido engancharme del todo, aunque trata de dos temas a la vez, el tema de los tiburones y el amor. Bajo mi punto de vista, el problema de las aletas de tiburones que aparecen cortadas, es un problema que no se llega a resolver del todo y se queda un poco colgando. El tema del amor, aunque van surgiendo diferentes situaciones no es un final que esperaba. Por otro lado tengo que decir que me encanta el papel que mantienen en común Maeve y la niña. El tema del amorío no me ha tenido en vilo, pero el problema de las aletas cortadas, en determinados momentos me ha mantenido en tensión, pero no me ha gustado como se ha resuelto todo, se queda bastante aguado. |
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