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Crítica de Lit


Lit
01 March 2019
Todo lo que nunca fuimos es la primera parte de la bilogía Deja que ocurra, donde conoceremos a Leah y Axel, rodeados de su familia, una muy especial. Me atrevería a decir que esta historia no es solo suya, si no que engloba a las dos familias, los Nguyen y los Jones quienes se conocieron años atrás cuando los primeros se mudaron de Minnesota a Byron Bay y conocieron a sus excéntricos vecinos y las dos familias se volvieron inseparables. No solo Axel y Oliver han sido los mejores amigos desde entonces si no que las dos familias se unieron, creando un vínculo indestructible entre ellos, una familia más grande y que aún creció un poco más con el nacimiento de Leah cuando Axel y Oliver contaban 10 años.

A lo largo del libro veremos retazos de ese pasado, donde entenderemos lo que las dos familias significaban para la otra y que nos ayudarán a comprender por qué el trágico accidente ocurrido un año atrás no solo partió la familia de los Jones y destrozó a Leah, si no que tuvo un alcance mucho mayor.



Por algún motivo que no alcanzo a comprender, siempre he tenido debilidad por las historias de amor que implican a una chica y al mejor amigo de su hermano. Por más cliché que pueda parecer son romances que me atraen y creo que en parte es porque siempre me hace gracia que cuando el hermano se entera monte en cólera. ¿Quién mejor para tu hermana que tu mejor amigo? Supongo que el mayor problema es que el mejor amigo suele ser un cabrón con las chicas o tiene fobia al compromiso.

Otra parte que disfruto realmente en este tipo de historias son esos momentos en los que el protagonista se da cuenta de que se ha enamorado de la hermana pequeña de su mejor amigo y se debate entre dejarse llevar por sus sentimientos y “traicionarlo” o serle leal y mantenerse alejado de su hermanita pequeña. Por supuesto, si las cosas se hicieran de cara y de primeras los dos amigos mantuvieran una conversación seria quizá el problema no sería tan grande, pero entonces nos perderíamos el salseo del punto anterior.



Es imposible no encariñarse con los personajes desde el primer momento. Los capítulos de Leah reflejan dolor, desesperación y apatía. Leah se rompió el día del accidente y aunque el psicólogo crea que está encallada en la fase de negación, Axel ve muy claro desde el principio que no es así y que es más complicado de lo que parece. Leah sentía tanto dolor al recordar a sus padres que se ha encerrado en sí misma, se ha puesto un chubasquero que la protege de cualquier emoción porque si se atreve a sentir, duele. Por eso ha dejado de pintar, por eso se pasa las tardes encerrada en su cuarto, tirada en la cama escuchando música aunque todo eso cambiará cuando destinen a su hermano a Sidney y se vea obligada a convivir tres semanas al mes con Axel. Este la presionará, la forzará a enfrentarse a todo lo que le duele, a vivir, porque el dolor forma parte de la vida y hay que aprender a aceptarlo y a convivir con él.

Hay algo muy característico en este libro y son sus capítulos, cortos, rápidos de leer, sobre todo esos que ocupan una sola página o incluso un único párrafo y que, en tan pocas líneas, te remueven por dentro. Las palabras escogidas con mimo, con delicadeza, para lograr transmitir todo lo que pasa por la mente de los dos principales. El contraste de los personajes en su forma de expresarse, de sentir: Axel más brusco, más soez; Leah más delicada, más rota. Pero no solo veremos las diferencias entre ellos si no que podemos apreciar claros cambios entre el Axel del inicio y el del final y lo mismo para con Leah.

Lo más especial de este libro son esas semanas en las que Leah empieza a despertar con la ayuda de Axel que quizá no usa los métodos más correctos, pero poco a poco consigue rozar su meta: recuperar a la Leah de antes, esa a la que todos echan de menos. Quizá no es exactamente la misma porque hay cosas que no pueden recuperarse del todo, pero que sea diferente no significa necesariamente que sea malo.

Pero Axel también tendrá que enfrentarse a sus propios demonios, al por qué dejó de pintar y se limitó a dibujar únicamente lo que le piden por encargo, al por qué dejó su sueño aparcado cuando se sintió incapaz de seguir adelante y se refugió en su cabaña de ermitaño estableciendo una rutina inamovible que finalmente se ve trastocada con la llegada de Leah. Y Axel, el despreocupado, el que solo piensa en sí mismo, finalmente tendrá que tomar una decisión que le cambiará la vida.



Pero no solo calarán en nosotros los personajes principales si no que los secundarios también son memorables. La madre de Axel con su adicción a los planes y el control o los intentos de su marido por parecer joven, intentando copiar las expresiones que usan los jóvenes o usando camisetas que te sacan una sonrisa o las típicas pulseras de cuero trenzado. Pero dentro de los Nguyen hay un personaje especialmente remarcable que no he nombrado hasta ahora y es que Axel tiene un hermano mayor, Justin. Desde el principio pasa algo desapercibido y es porque, aunque Oliver desde el primer momento demuestra que quiere a su hermana por encima de todo, no ocurre lo mismo con Axel y Justin. Los dos hermanos son muy distintos entre ellos y es inevitable que el segundo se sienta desplazado, dado de lado por su hermano pequeño, sobre todo cuando este ha repetido en más de una ocasión que considera a Oliver como su verdadero hermano. Constantemente vemos como Justin intenta acercarse a su hermano pequeño, como le pide apoyo en asuntos concernientes a sus padres, para verse rechazado una y otra vez, aunque Axel no sea realmente consciente de lo que hace y, dado como termina este primer libro, realmente espero poder ver un cambio importante en la relación de los dos hermanos.



Otro punto importante en las historias de Alice Kellen es la amistad y en este libro no solo se muestra a través de Oliver y Axel, quienes tienen una que parece casi indestructible o entre los Jones y los Nguyen, con los segundos intentando aceptar que todos los planes que habían hecho de cara a la jubilación con sus mejores amigos se han esfumado, sino que además conoceremos a Blair, la mejor amiga de Leah, quien un año después sigue intentando recuperar a su mejor amiga, estar a su lado, ayudarla a afrontar el duelo y seguir adelante y es precisamente ella quien le hace notar a Leah que las cosas no tienen por qué ser iguales, que pueden ser diferentes y no por ello estará mal.



Esto puede que parezca una tontería, pero aprecio especialmente que la inspiración de esta historia y la soundtrack venga de la mano de Los Beatles pues la ha hecho aún más especial para mí. He leído varios libros que incorporan canciones, empieza a ser una costumbre que los autores y autoras las incorporen a las historias, sobre todo cuando han servido de inspiración para escribir un capítulo concreto, pero confieso que rara vez me encuentro con alguna que conozca, por lo que es más complicado aún que me pueda sentir identificada. No es el caso de Los Beatles y además me ha ayudado a darme cuenta de que hace muchos años que no me doy el placer de escuchar sus discos y eso que en el instituto los había escuchado en bucle ya que son uno de los grupos favoritos de una de mis mejores amigas.
Enlace: http://pajaraslectoras.blogs..
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