El chico que dibujaba constelaciones

Alice Kellen nos muestra, de una manera delicada, la historia de amor que surge entre Valentina y Gabriel.

Un encuentro fortuito desencadena un amor puro y que se mantendrá firme ante el paso del tiempo y las dificultades añadidas que la vida, por ley, nos va dejando para ponernos a prueba.

Gabriel es un muchacho encantador que queda prendado de Valentina, nada más verla. Valentina es una chica que se dedica a servir en una casa de ricos para ayudar, con el dinero que le pagan, en la pobre economía familiar. al encontrarse ese primer día con Gabriel, ella siente también esa punzada en el corazón que es el primer síntoma de una enfermedad que se llama amor. Es entonces cuando sabes que esa que tienes en frente es la persona adecuada para compartir tu proyecto de vida.

Valentina nos narra la historia en primera persona, pero no lo hace dirigiéndose hacia el lector. La novela está contada como un recordatorio del paso de lo acontecido a lo largo de los años, hablando en todo momento a Gabriel, como si fuera un discurso, una misiva, un reconocimiento hacia lo que ambos han ido viviendo a lo largo de su vida como pareja.

En el libro, vemos la evolución que tiene Valentina. Ella es una mujer que progresa y se hace a sí misma gracias a la ayuda y el apoyo incondicional de Gabriel, así llega hasta donde nunca pensó que sería capaz y todo gracias a la confianza depositada en ella por su marido.

Esta es una novela romántica que hace que sientas empatía, de manera inmediata, por sus personajes. Ligera y fácil de leer. No es larga y su lectura se hace amena.

El desenlace no sorprende en exceso y la trama discurre tal y como se espera. Aun así, acompañar a esta pareja por el viaje de su matrimonio nos hará recordar muchas situaciones vividas por nosotros mismos. La autora lo hace además de una forma que invita a continuar con la historia hasta su final.

Cuando terminas el libro de El chico que dibujaba constelaciones, te dan ganas de coger un rotulador y pintar en esa pared blanca un punto, para marcar otra estrella que contribuya a formar una nueva constelación.