El chico que dibujaba constelaciones

Hoy os traigo reseña de El chico que dibujaba constelaciones, uno de los libros más especiales que he leído y que con más emociones encontradas me ha dejado hasta el momento. La historia de dos almas libres que se encuentran en la década de los 60 y de los últimos años de la dictadura franquista, de dos protagonistas que pertenecen a mundos diferentes y que no pudieron separarse desde la primera vez que sus miradas se cruzaron, la historia de Valentina y Gabriel, la de una joven que creció en un ambiente bastante machista y trabajó de sirvienta desde muy joven para ayudar en el sustento familiar, y la de alguien que siempre tuvo una vida más fácil, un muchacho de lo más carismático que no conoció la represión y tuvo el privilegio de estudiar en la universidad, que no dudó ni un segundo en cortejar con su inquebrantable sonrisa a la chica que cada mañana se dirigía al mercado central a comprar unas cuantas barras de pan a su señora, hasta ganarse la confianza y el corazón de esta bonita y tierna Valentina, para la que se convirtió en faro y guía hacia la libertad de sus sueños.

¡Es tan, tan entrañable! Las mariposas no dejaron de volar en mi interior. El acompañarlos en los buenos y en los malos momentos, en sus altibajos y crisis serias, me ha sido irremediable no derramar alguna lágrima porque te pellizca y te acaricia, te rompe y te vuelve a reconfortar. Y es que su historia hace frente y se adapta a todos los cambios sociales y políticos, pasando la transición y llegando incluso a ver sus reacciones como abuelos en pleno siglo XXI, se agradece la evolución que hay asimismo en los personajes. 

La sensibilidad que impregna la pluma de la autora no deja de maravillarme. Gabriel me ha conquistado a mí también y como mujer, se empatiza bastante con Valentina. Me ha venido a la memoria la historia de mis padres y qué añoranza. Os animo a dejaros enamorar por ellos.