Keegan se inscribe en la tradición del cuento con ciertos aires al modernismo (me vinieron a la cabeza su compatriota Joyce y Katherine Mansfield al leerla), jugando con lo no dicho y mostrándonos personajes que a raíz de situaciones aparentemente insignificantes deben enfrentarse a heridas del pasado o del presente y encontrar el modo de sanar. Keegan tiene un don para los diálogos, que suenan creíbles y están siempre cargados de subtextos ocultos a simple vista. Irlanda es una protagonista indiscutida de estos relatos, a excepción de uno que transcurre en Estados Unidos. La mayoría de las historias transcurren en el campo, donde el paisaje bucólico pero a la vez hostil (por la crudeza del invierno y la crueldad de los pobladores en comunidades donde todo se sabe) ejercen su hechizo sobre los personajes. El último relato es una historia con tintes mitológicos que nos sumerge en el folklore irlandés, sus creencias y supersticiones. Les dejo mis tres cuentos favoritos que se van derechito a mis programas de enseñanza: 💒 RECORRE LOS CAMPOS AZULES: La historia que da título a la antología transcurre durante una boda y está narrada desde el punto de vista del cura oficiante, que carga un secreto que se va sugiriendo desde las primeras páginas. Una joyita. 🎁 EL REGALO DE DESPEDIDA: Contada en una bella segunda persona, nos narra el último día en Irlanda de una joven que ha decidido emigrar para escapar de la figura de un padre terrible. Sutil y brutal a la vez. 🦮 LA HIJA DEL GUARDABOSQUES: Víctor encuentra un perro perdido y decile regalárselo para su cumpleaños a su hija a quien nunca le demostró demasiado afecto. Su esposa sospecha que ese perro le romperá el corazón a su hija. Demoledor. + Leer más |
La oración católica podía ser hablada o cantada. Desde este jueves, fecha de inicio de la 74ª edición de la Berlinale, también podrá ser vista en pantalla grande. El festival de cine arrancó con un rezo colectivo por las víctimas de los abusos de la Iglesia católica, de la mano del actor Cillian Murphy y del ahora productor Matt Damon, meritorio en sus intenciones pero desigual en cuanto al resultado. La película Small Things Like These, adaptación de la aplaudida novela de Claire Keegan —editada en castellano como Cosas pequeñas como esas en 2022—, regresa a uno de los capítulos más turbios de la historia irlandesa, que ya es decir: los maltratos que tuvieron lugar a lo largo del siglo XX en las llamadas lavanderías de la Magdalena. Administradas por órdenes religiosas, pero financiadas por el Estado, su misión oficial era albergar a “mujeres caídas”: madres solteras, chicas violadas, trabajadoras sexuales y otros ángeles descarriados.
Para expiar sus pecados, las monjas que regentaban esos establecimientos las obligaban a limpiar, coser o lavar ropa sin remuneración alguna y en condiciones infrahumanas. Se calcula que 30.000 mujeres fueron víctimas de un abuso organizado que no terminó hasta bien entrados los años noventa. La película, que reúne a Murphy y a Damon poco después de Oppenheimer, está ambientada en dos tiempos, aunque a veces cueste distinguir el pasado del presente. Primero, durante el invierno de 1985, cuando el protagonista, taciturno padre de familia y repartidor de carbón, descubre los abusos que acontecen en el convento del pueblo, y debe decidir si actuar o callar. Y, en segundo lugar, su infancia en la Irlanda de los cincuenta, donde fue criado como hijo bastardo de una madre adolescente, fuente de innumerables traumas que asomarán de manera violenta en su adultez.
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