"Antártida" (1999) es un libro de cuentos de Claire Keegan, autora irlandesa que escribe desde hace mucho pero está logrando mayor reconocimiento en estos tiempos. En una reseña la comparé con la argentina Samanta Schweblin, ya que ambas usan una mezcla de cinismo y de crueldad en los cuentos. Sin embargo, el tono de protesta que tiene Keegan es inconfundible ¿Por qué? Porque muchos de sus cuentos se sitúan en la Irlanda profunda y rural, donde se mantienen roles de género tradicionales y creencias religiosas. Para que se den una idea en clave cómica, piensen en la película Leap Year, pero no en Dublín. Keegan posee talento para contar las cosas. Este fue su primer libro y se nota la chispa, ese "no sé qué" en su escritura que te empuja a seguir querer seguir leyendo un cuento detrás de otro, porque sabés que en el siguiente te podés llevar una sorpresa. Y, a pesar de que no todos los cuentos me hayan gustado, hay 3 o 4 que son muy buenos, como "Tormentas" y "Las palmeras en llamas". Lo único que le critico es que a veces elige narradoras jóvenes (incluso niñas) y las dota de la misma personalidad. Eso hizo que los cuentos sean un poco repetitivos y llegué a preguntarme si siempre narraba la niña del segundo cuento, hasta que los nombres, el contexto y demás me aseguraron que no. Simplemente, todas las voces suenan iguales. Esta fue mi primera experiencia leyendo a Keegan y no será la última. + Leer más |
La oración católica podía ser hablada o cantada. Desde este jueves, fecha de inicio de la 74ª edición de la Berlinale, también podrá ser vista en pantalla grande. El festival de cine arrancó con un rezo colectivo por las víctimas de los abusos de la Iglesia católica, de la mano del actor Cillian Murphy y del ahora productor Matt Damon, meritorio en sus intenciones pero desigual en cuanto al resultado. La película Small Things Like These, adaptación de la aplaudida novela de Claire Keegan —editada en castellano como Cosas pequeñas como esas en 2022—, regresa a uno de los capítulos más turbios de la historia irlandesa, que ya es decir: los maltratos que tuvieron lugar a lo largo del siglo XX en las llamadas lavanderías de la Magdalena. Administradas por órdenes religiosas, pero financiadas por el Estado, su misión oficial era albergar a “mujeres caídas”: madres solteras, chicas violadas, trabajadoras sexuales y otros ángeles descarriados.
Para expiar sus pecados, las monjas que regentaban esos establecimientos las obligaban a limpiar, coser o lavar ropa sin remuneración alguna y en condiciones infrahumanas. Se calcula que 30.000 mujeres fueron víctimas de un abuso organizado que no terminó hasta bien entrados los años noventa. La película, que reúne a Murphy y a Damon poco después de Oppenheimer, está ambientada en dos tiempos, aunque a veces cueste distinguir el pasado del presente. Primero, durante el invierno de 1985, cuando el protagonista, taciturno padre de familia y repartidor de carbón, descubre los abusos que acontecen en el convento del pueblo, y debe decidir si actuar o callar. Y, en segundo lugar, su infancia en la Irlanda de los cincuenta, donde fue criado como hijo bastardo de una madre adolescente, fuente de innumerables traumas que asomarán de manera violenta en su adultez.
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