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Crítica de Maya


Maya
03 June 2020
-¿Adónde iríamos tú y yo solos, Tsukiko?
-Con usted iría al fin del mundo, maestro- grité.
El cielo es azul, la tierra blanca, cuyo título original fue El maletín del maestro, es una novela de la escritora japonesa Hiromi Kawakami y obtuvo el Premio Tanizaki en 2001. Kawakami, nacida en 1958, debutó como escritora en 1994 y ganó el Premio Akutagawa en 1996.

No conozco la literatura japonesa más allá de Murakami. No sabría decir qué me atrajo de este libro, si bien, en mi opinión, la literatura japonesa nos llama la atención por lo distinta que es de la nuestra, nos parece exótica.

Es esta una historia tranquila que no por eso nos resulta aburrida. Se lee con facilidad, todo seguido, más que por la intriga que pudiera causarnos, por el desarrollo de la historia: en realidad desde el principio intuimos cómo va a acabar.

Tsukiko es una joven de aproximadamente treinta años, oficinista, sin ambiciones ni aficiones distintas de ir a una taberna a beber. Allí encuentra a su maestro de lengua japonesa del instituto. Primero le observa y se da cuenta de que comparten los mismos gustos en cuestión de bebida y de comida. Se saludan y empiezan a verse, siempre casualmente, para beber y comer: cerveza, sake… borracheras juntos. Se diferencian en que ella no es muy culta ni especialmente brillante, mientras que él le habla de cualquier tema y le recita haikus que sabe de memoria: el maestro es anticuado, seguidor de las costumbres japonesas, mientras que ella, de vez en cuando se muestra más moderna, con las normas menos arraigadas.

La relación que entablan es una amistad real, profunda basada en la casualidad de encontrarse o no, con interrupciones en el tiempo, compartiendo momentos, copas y paseos:
Nos encontrábamos por casualidad, paseábamos juntos por casualidad y bebíamos sake por casualidad. Cuando le hacía una visita en su casa, me presentaba sin previo aviso. A veces estábamos un mes entero sin vernos.

La acción se desarrolla en Tokio, aunque nunca se mencione, si bien el libro nos describe con detalle los distintos paisajes a los que se mueven nuestros protagonistas. La cultura japonesa da mucha importancia a la naturaleza como reflejo de los estados de ánimo. Son bellísimos los fragmentos en que se detalla la furia de una tormenta, el paisaje de una isla, el vuelo de las flores de los cerezos, el sabor de una seta.

El agua es asimismo muy importante. Observamos que cuando Tsukiko está desorientada o perdida viaja sin parar a distintos balnearios en busca de sí misma, en busca de respuestas: "Y así, sin rumbo, visité varios lugares". El agua es un elemento purificador.

El ritmo es igual a la historia que nos relata: contenido, sin que yo lo llamara lento. Bellísimo, lírico, poético, profundo. El lenguaje de esta novela es plástico, evocador y melancólico, como la propia historia.

Si bien se subtituló, con poco acierto, en mi opinión, una historia de amor, yo diría que es una historia de soledad. Los dos protagonistas están absolutamente solos, no tienen relación ninguna con sus familias o con amigos. Son dos personas andando por la ciudad a la deriva que en determinadas ocasiones y en determinados momentos chocan uno contra otro y se juntan para volver a separarse después.
Salí a la calle. Quería comprobar que no estaba sola en el mundo y que no era la única que se sentía angustiada. Pero era imposible saber cómo se sentía la gente que pasaba por la calle. Cuanto más lo intentaba, más difícil me parecía.
Están incomunicados y aislados del resto del mundo y poco a poco vamos intuyendo una historia de amor, apenas imaginada. En cualquier caso, El cielo es azul, la tierra blanca no es cursi, no da lugar a cursiladas. El amor que nos presenta la autora es muy japonés, sin relatos estereotipados y muy púdico.

La narradora es Tsukiko que se interrogará sobre sus sentimientos, su soledad y de la que no sabemos nada fuera de su historia con el maestro. Solo en una ocasión visita a su familia y se arrepiente de hacerlo. A través de ella, el maestro nos cuenta la historia de su mujer, muy rara, excéntrica, infiel, loca.

Este bello fragmento resume perfectamente la historia de El maletín del maestro:
Intenté recordar cuándo el maestro y yo empezamos a hacernos amigos. al principio era solo un conocido, un anciano que había sido mi profesor en el instituto. Aparte de las escasas palabras que intercambiábamos, apenas me fijaba en él. Era una vaga presencia que bebía en silencio en la barra, sentado a mi lado. Lo único que me llamó la atención desde el primer momento fue su voz [...] En algún momento más adelante, al sentarme a su lado empecé a notar la calidez que desprendía. Su presencia dulce y afectuosa se filtraba a través de la tela de su camisa almidonada. Era caballeroso y tierno a la vez.
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