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Hubo un tiempo, hace ya mucho, en que la ciudad de Kioto se llamaba Heian-Kyo, la ciudad de la tranquilidad, la capital, la ciudad donde los nobles y la familia imperial vivían alejados de todo sufrimiento, dedicados a la contemplación de la naturaleza, a la creación de las más hermosas composiciones poéticas, rodeados del fasto que se le supone, donde un día si, otro también, esa plácida vida estaba salpicada de ceremonias y festivales, en honor al fuego, al otoño, al bambú o al mismísimo invierno que, allí, en Heian, solía ser relativamente apacible. Diez siglos más tarde, Yasunari Kawabata dibuja en su novela una ciudad apegada a esas tradiciones mientras el progreso, la occidentalización del país entero, llama a sus puertas con la intención de aniquilar todo aquello que dota de esencia a Japón, mientras la historia de una niña abandonada y que vuelve a reencontrarse con su pasado, se convierte en el hilo conductor. Chieko, es la recién nacida abandonada y criada por un diseñador de kimonos, Takichiro, que junto a su esposa, Shige, la ha colmado de todo su amor. Sin embargo, el destino, tan caprichoso, hará que las sospechas de la niña, ya una preciosa mujer de veinte años, se conviertan en certidumbres al visitar una aldea de montaña donde descubrirá algo que trastornará su vida para siempre. La literatura de Kawabata es lírica, elegante, intimista, tradicional, una literatura para saborear plácidamente, sin prisas, del mismo modo que se degusta una humeante sopa dispuesta en una cerámica Imari, se observa una delicada tela de algún taller del centro textil de Nishijin, o se admira la técnica daisugi que convierte en enormes bonsais a los cedros para aprovechamiento de su madera. Todo esto, además de la presencia sutil del amor, se encuentra en Kioto, una novela espléndida, con una atmósfera casi mágica, un cuento de navidad en el que el que el escritor deja su final abierto. Un placer de lectura, Kawabata en estado puro. |
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