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Crítica de Yani


Yani
21 May 2019
Antes que nada, una aclaración/ confesión. Me gustaría tener más claro qué pienso de esta novela. O, tal vez, sí tengo claro qué debería pensar. Y lo cierto es que, si bien comprendo la importancia de este clásico de Kafka, no pude “enamorarme” de él. El proceso me inspiró curiosidad y pocas ganas de hacer un análisis y, por lo general, los libros que me provocan indiferencia terminan generándome resentimiento ¿El amor vendrá con una relectura?

Josef K es un hombre al que las autoridades detienen un día en su casa porque hay una acusación en su contra. Nadie explica el motivo. Lo relevante es que Josef K deberá defenderse de todas maneras ante una justicia que parece etérea y descentralizada, pero que lo vigila de cerca ¿Cómo puede liberarse del proceso si ni siquiera sabe quién lo acusó? En ese largo camino de incertidumbre lo acompañan personajes extraños pero influyentes, que pueden ayudarlo a seguir con su vida normal… si eso es posible en medio de un encadenamiento de situaciones absurdas. No del tipo Alice in Wonderland, pero absurdas al fin. Y no dan ni una pista de cómo puede llegar a terminar la novela. Punto a favor.

No pongo en duda que es un buen libro. El problema es que su impecable estilo me pareció tan parco y gélido que no pude ni conectarme ni concentrarme en él. La gran mayoría de los discursos tienen términos relacionados con el ámbito judicial (era de esperar, por supuesto) y tal vez eso me haya alejado un poco del texto en general. No supone una gran dificultad porque se maneja en un nivel básico, pero le imprime ciertas características. Más allá de eso, se puede notar por qué es un libro de lectura casi obligatoria y por qué gente de diversas disciplinas se interesan por él.

Los personajes no son precisamente de esos que le permiten decidir a uno si le caen bien o si prefiere que mueran en las páginas, a pesar de que yo me haya inclinado a la segunda opción en unas cuantas ocasiones. Simplemente son. Josef K es un egocéntrico que está mucho más preocupado por su reputación (y sus conquistas) que por el proceso en sí. Está rodeado de otros personajes efímeros, como su tío y el pintor, además de mujeres insufribles a las que tiene comiendo de la palma de su mano. Los más interesantes se relacionan directamente con la ley (el abogado, el sacerdote), ya que son determinantes y dan cosas en las que pensar, como la burocracia, la vigilancia por parte del poder y la sensación de asfixia que genera. Sí me gustó el famoso capítulo “En la catedral” por su contenido, que ya había leído antes y siempre me fascinó ¿Qué me provocaron la narración y la galería de personajes en conjunto, entonces? No mucho. Ganas de terminar más rápido el libro, probablemente...

Estoy siendo muy antipática con El proceso, pero no puedo inventar algo que no siento. Se me hace muy difícil recomendarlo, sobre todo porque conozco gente a la que le pasó lo mismo que a mí y no suelo recomendar lo que no me gusta, pero para algo existe la libertad de elección. Ojalá que la próxima vez que lo lea, si es que se da la oportunidad, cambie mi perspectiva amarga por una más amigable.
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