El palacio de los sueños

El Palacio de los Sueños es una fantasía distópica que pretende desvelar los resortes que sustentan las dictaduras totalitarias, en este caso de signo comunista.
Mark Alem es un joven inseguro perteneciente a una familia de rancio abolengo de origen albanés que es “seleccionado” para trabajar en el Palacio de los Sueños o Tavir Sarai. Esta es una institución que vela por la seguridad del Estado, una especie de “Ministerio del Miedo” a lo Graham Greene, al que todos los ciudadanos remiten sus sueños para ser inspeccionados y poder, así, detener posibles conspiraciones o rebeliones.
Toda la narración tiene significado alegórico y se nutre en la intertextualidad, pues el Tavir Sarai está modelado a imagen y semejanza del infierno de Dante y con el espíritu socarrón de Kafka como inspiración. Mark Alem entra en el laberinto del que pocos salen, abandonando toda esperanza, y se sumerge en una vida crepuscular sin saber para qué ni de qué manera comportarse o hacer su trabajo. Sufre un perpetuo aislamiento, fruto tal vez del miedo y la desconfianza de sus compañeros, y acepta sin resistencia, movido por el pánico tal vez, convertirse en un engranaje más del terrible artefacto que sustenta a ese Leviathan que es el Estado dictatorial.
La narración destaca sobre todo por comunicar ese sentimiento de impotencia, desorientación y angustia del individuo frente a la maquinaria del poder totalitario. El protagonista en este caso es colaborador, pero de igual manera podría no haberlo sido, pues en todo momento se siente culpable, sospechoso, porque está aterrado y sabe que la fortuna en cualquier momento se puede poner en su contra.
Pasan más cosas, pero no contaré más para no hacer spoilers.
Leído para el taller de @literaturainstantanea.

Una obra maestra. Mi mejor lectura del año. Historia que se disfruta mucho, pese al ambiente opresivo y angustioso que inunda toda la novela. Pese a disfrutarlo, es un libro que siento que debería releer en algún momento, para entender todos los mensajes que nos quiere hacer llegar Kadaré. Qué pena no tener tanto tiempo para leerla una y otra vez