EL PERSEGUIDOR Y OTROS RELATOS

He vuelto a Julio Cortázar después de muchos, muchos años, un poco más de la mitad de mi vida, gracias a un blog literario en YouTube dedicado a cuatro novelas cortas que Roberto Bolaño consideraba las mejor escritas de América latina. El perseguidor es una de ellas.

Viejas historias conocidas como Casa Tomada, Circe o La autopista del sur (¡madre mía!, qué buen relato), regresaron a mi memoria, pero creo que esta vez logré tener mayor conciencia de muchos detalles que se me pasaron por alto en aquella ya lejana primera lectura.

Nunca había leído algunos de los cuentos de esta selección y tampoco El perseguidor, la novela corta que me trajo a este libro.

Me he tomado mi tiempo en la lectura. Uno o dos cuentos por día. Creo que Cortázar no es un autor que pueda leerse con voracidad; hay que tomarse tiempo para encontrar el punto donde la realidad de sus historias se desgarra y nos conecta con esa otra realidad, ese instante que descoloca, que asombra, que nos enchufa y conduce por esa otra posibilidad.

Mientras leía cada cuento intentaba hacerme una idea de cómo definir elementos importantes en la obra de Cortázar. No fui yo, fue el mismo autor el que me dio la respuesta en El perseguidor, ese homenaje a Charlie Parker, en el que un saxofonista llamado Johnny Carter atraviesa días difíciles durante una estancia en París. Es a través de su biógrafo que asistimos a la ruina física y emocional de un músico excepcional, a sus pensamientos más profundos, entre el delirio y la lucidez. Este biógrafo reflexiona sobre la música del artista, sobre el valor y la naturaleza de la misma, palabras con las que el mismo autor define (a través del personaje del biógrafo) la obra de Charlie Parker:

'Pero entonces, dueño de una música que me gustaría poder llamar metafísica, Johnny parece contar con ella para explorarse, para morder la realidad que se le escapa todos los días. Veo ahí la alta paradoja de su estilo, su agresiva eficacia. Incapaz de satisfacerse, vale como un acicate continuo, una construcción infinita cuyo placer no está en el remate sino en la reiteración exploradora, en el ejemplo de facultades que dejan atrás lo prontamente humano sin perder humanidad...'.

No sé si esta evocación a la obra de Carter/Parker tenga un poquito de aspiracional; lo que sí sé es que define perfectamente también su propia pluma.

Julio Cortázar es un autor al que todo lector debería acercarse alguna vez. Así, sin prisas, poco a poco, disfrutando de esa 'reiteración exploradora', sin buscar otra cosa que el puro placer del viaje.