Antrocampo

Lo primero a destacar es que la edición es una maravilla. Hilatura editorial siempre crea joyitas de todos sus libros. Invita a tenerlo en las manos. Os dejo un video en la segunda foto para que lo veáis.

En cuanto al poemario, Marina Rosand en el prólogo expresa muy bien lo que tenemos entre manos: “Leer Antrocampo es entender que, a veces, la única forma de llegar a un corazón es a través de las grietas que el dolor ha abierto en él”. No podía explicarlo yo mejor.

Y Christian Martinez en el epílogo, también expresa muy bien lo que nos hace sentir este libro: “Así lo decretan estos poetas, auténticos escultores de la emocionalidad, en versos llenos de franqueza, que se transforman y conectan con lo más íntimo de la existencia; en los que rugen el amor, la nostalgia y todo aquello de lo que nadie se atreve a hablar”. Para que intentar expresarlo yo si tengo a Christian.

En conclusión, un libro para sentir, para exprimir cada poema, para sentirnos vivos al leerlos. Si bien hubo algunos poemas algo más oscuros y profundos que me costó comprender, nos encontramos con otros que son auténticas maravillas. Gracias a Andres Paster y y a Julian Pudwe por tanta emoción contenida, dividida en Refugios, Delirios y Agonías.

Os dejo algunas estrofas que me han encantado.


“Alguien debería extirparle, a mi juicio, su memoria, mutilarle sus piedras. Alguien debería…”

“Nos perdemos en la huida, en la siniestra raíz del extravío; navegamos en la inercia discordante de no hallarnos despiertos…”

“Las ciudades se paralizan por respeto a tu ausencia. Contigo el tiempo es calma y quimera…”

“Viven ausentes las caricias de estas manos que pronuncian tu nombre como el dolor de una tempestad en sigilo”

“Se enciende la garganta de amores, de incendiada poesía en tu nombre, y las formas pierden la compostura cuando el desenlace de mi voz te llama y se desnuda de su sombra.”

“¡Qué delicioso delirio sería ser una sombra! Vagabunda y viajera, ignorando el murmullo, desvirgando fosas”

“Te siguen faltando ausencias para decirme que el amor es una metáfora del sexo”

“Y tú, ausente, árbol sin pájaros, deambulando por mi triste melancolía de aguas, vas dejando entre las niñas de mis ojos un rastro de petrificados silencios”

Tengo las manos unidas, con las palmas mirando al cielo, ante mi vestido de violetas y mis pies, inmóviles, enterrados en la arena. Oigo el mar, tan inmenso que podría devorarnos, tan seductor que quiere hacerme creer que cabe en una caracola. A mi espalda está un bosque, en el que hay ardillas, recogiendo nueces, y arañas, que bordan caminos hacia la eternidad. Yo tengo once años en ese último verano de mi infancia, que aún no sé que lo será. Desconozco que esa playa la recuperará la naturaleza, que esa urbanización en la que duermo bajo las estrellas quedará convertida en algunas ruinas cubiertas de hiedra y moho. En un mini-golf que a penas se distingue entre la maleza y los dientes de león.

En mi pequeña habitación de cortinas de cuadros, la yo que se esconde del mundo en los abismos de mi corazón, donde ya no hay mariposas, escuchaba las voces marítimas de poetas de otro tiempo, que le hablaban de lugares desconocidos, de escritores malditos, de agujas de reloj que se detienen. Creo que desde entonces laten los pájaros de Antrocampo (Hilatura Editorial, 2020), y me susurran sobre sus miedos y anhelos Andrea Paster y Julián Püdwe.

No podía imaginar, la niña que agotaba su infancia, que a sus manos extendidas llegarían, hechos versos, todos las heridas, los llantos y los consuelos. Que entendería, por fin, que no hay respuesta y preguntamos porque nos enamoramos de la cadencia, tan hermosa, de la pregunta. En esta lectura, que no teme a la sangre ni a la herida, se extiende un abrazo que reconforta, desde lo más hondo, hasta alcanzar su vestido de violetas y hacerla sentir que no está sola en su dolor.
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