Nadie puede mantener su vida equilibrada dice Paul, el protagonista que narra en primera persona. Inglaterra, década de 1960, clase media acomodada, Paul de 19 años y Susan, casada de 48 años, amantes. El momento histórico y cultural es el mismo que satirizan los Monty Python. La narración es extraordinaria. La lucidez cruel de Julian Barnes en estado de madurez. Vapulea la memoria, examina la experiencia, imagina mundos posibles, trata de captar las emociones, las anticipa, ensaya explicaciones que siempre son racionalizaciones. Esa historia que Paul teoriza como única, como eje de sentido de toda su vida, es tan única como universal. Todos somos más parecidos de lo que nos imaginamos. Los qualia de los hablan los filósofos de la mente, esa sensación de vivencia única e intransferible que todos tenemos de nuestras propias vivencias, son ilusorios. Es la enseñanza de Shakespeare según Bloom. En cualquier caso, Barnes brilla en cada página de esta novela. El final es de un pragmatismo tan escalofriante como saludable.
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