La única historia

Puede parecer pretencioso un título como La única historia, puesto que si algo tienen las historias es que todas son únicas aunque universales en sí mismas y más si son historias de amor. Lo que más me ha gustado de este libro no es tanto lo que cuenta, sino la frescura y la madurez del narrador. Conocí al autor gracias a la recomendación de @bibliolia y estoy altamente sorprendida.

Hay continuas rupturas de la cuarta pared, el narrador se mueve como pez en el agua en la historia, cambia los tiempos, para, retrocede, avanza, esboza y después explica. El lector es un mero depositario del recuerdo, cómplice del comienzo de una relación amorosa entre un joven y una mujer de más edad. El libro no es más (ni menos) que un muestrario de las etapas que sufre una relación aparentemente disfuncional en sus inicios: el deseo, la fuerza de la proclamación del amor verdadero, la huida, la convivencia, el descubrimiento de la debilidad del otro y de la propia, el declive del mandato del pensamiento único que nos dicta cómo debería ser el amor.

Pese a ser un narrador ingenuo, acorde a la edad del personaje principal, encierra en sus palabras una perspicaz visión sobre la verdad, su verdad. Detrás de una prosa aparentemente simple, se esconde una profundidad de análisis de las relaciones, de la sociedad y del individuo. Una melancolía tácita que, sin embargo, va pesando demasiado conforme nos vamos acercando al final del libro.

La última parte de la obra me pareció bastante angustiosa, en tanto que la historia se agota y el narrador insiste en asir con esa fuerza un hilo narrativo que no da más de sí. Hay una obsesión por blanquear la imagen del amor, un tira y afloja entre el peso de la subjetividad del recuerdo y la obligatoria confrontación con la realidad.

No es una historia feliz, ni siquiera en los inicios, pero no es algo que importe puesto que es tal el disfrute de desenterrar la piedra preciosa de la idea, que el argumento es simplemente una excusa para reflexionar sobre tu propia vivencia amorosa, sus prejuicios, sus obligaciones y sus derechos.

Sin duda, quiero seguir leyendo más a Julian Barnes.