Nadar de noche

“—¿Y cómo es? —dijo él.
El padre desvío los ojos y miró la pileta. —Como nadar de noche —dijo. Y las ondulaciones de la luz se reflejaron en su cara. —Como nadar de noche, en una pileta inmensa, sin cansarse.”
Cuentos que incomodan y que desconciertan. Calculo que así era casi todo lo que escribía Forn. Nadar de noche es una sección de relatos de este periodista, editor, escritor, traductor y asesor literario. Apenas entramos a sus columnas en el diario Página 12 podemos ver por un agujerito cual era su forma de contar, de escribir. Recomiendo de sus columnas la dedicada a Penelope Fitzgerald, Natalia Guinzburg y Clarice Lispector (estas son las que más me han gustado).
Los cuentos tienen tonalidades diferentes, hay muy nítidos en su intención y dirección y otros muy opacos, graves e irónicos. Por momentos hasta graciosos. Dejan “recalculando” al lector porque los finales son desconcertantes como señal de gps que se pierde en el último tramo de la ruta.
Los personajes son esos que no son tan distintos a Raul o Mabel pero son más siniestros, cada cuento expone diferentes formas para la convivencia, lo social y la tolerancia por cansancio que parece ser la única manera de sostener la “normalidad”, soportar, trazar una línea muy fina entre el desborde y lo contenido para sobrevivir.
Es un libro que debe leerse varias veces, estoy convencida. Será más complejo con cada relectura.

Leí estos ocho cuentos en 1993. Y recuerdo que “me partieron la cabeza”. Amaba a Forn de leer sus publicaciones en Página 12, por lo cual poder disfrutarlo ”de un tirón” fue puro placer. Releerlo ahora, con toda el agua que pasó bajo el puente y sabiendo que desde hace un año no lo tenemos entre nosotros, fue mucho más fuerte.

En todas las historias, menos en la que le da título a la antología y “Mañana preocúpate de mañana”, hay una pareja en problemas, problemas que se resuelven o no, pero que entregan un recorrido que sorprende. En “Mañana…” una jovencita vuelve aterrada al país, y en medio de su crisis, se le aparece un ángel que le habla, una monja extranjera que la tranquiliza.

Y, en “Nadar de noche”, el relato más breve del libro, poco más de ocho páginas, hay otra aparición, otro encuentro: el del autor con su padre muerto.

Para leer, releer y volver a leer otra vez más.

Un libro de cuentos, que finaliza con el que da nombre al mismo, y que creo sintetiza en uno de los más breves todo lo que puede lograr expresar a través de palabras y profundas sensaciones al lector.
Me sorprendieron de manera diferente cada una de las historias, no así los finales, prácticamente innecesarios. Cada relato guarda mundos e historias donde adentrarse es un riesgo, de esos que provocan el deseo, y luego el rechazo o la resignación o tal vez el cuestionamiento de porqué haberlo hecho.
Me quedo con ganas de seguir leyendo historias, así escritas, así vividas y dejando que quizá el final esté, o no listo.