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Crítica de Beatriz_Villarino


Beatriz_Villarino
23 September 2018
La vida de Lucía, «una falsa delgada, como la mayoría de las aves zancudas» es una constante contradicción, desde que su madre le dijo eso cuando era pequeña.

La incoherencia se convirtió en obsesión a los 10 años, cuando en su fiesta de cumpleaños vio realizar a su madre un acto incomprensible antes de ser atacada por un pájaro, y antes de verla morir un año después en su cama, lugar del que no se levantó desde que volvió, tras el accidente, de un internamiento psiquiátrico.

Lucía cree que sólo se parece a su madre en el físico de falsa delgada y nariz de pájaro, pero en realidad, su progenitora tuvo que transmitirle algo de su desequilibrio mental; de hecho poco a poco empieza a tomar conciencia de aquello que la unía a ella pues, «cayó en la cuenta de que al día siguiente cumpliría los años que tenía su madre cuando murió. Recibiría como regalo inverso la noticia de que su empresa cerraba víctima de una quiebra fraudulenta provocada por su dueño». Pero este pequeño trastorno apenas se nota pues Lucía es una mujer con un gran corazón, constante que se repite en las protagonistas de las novelas de Juan José Millás; esta última recomiendo encarecidamente a todo el mundo pero, especialmente, hay dos personas que sé que van a regocijarse con ella, una es mi hermana, puede que ya la tenga, otra es Karin, una incondicional de este autor, una amiga a quien hace tiempo que no veo y sé que disfrutará con este relato.

Que nadie duerma tiene todos los ingredientes que los lectores de Millás conocemos, pero es normal, es el sello del autor; sin embargo en esta ocasión, puede que por las premoniciones que he encontrado, «Algo va a suceder», puede que porque no me gustan en general los pájaros, la tensión se palpa desde la primera página. La estructura de la novela tiene mucho que ver en ello ya que, Lucía, una vez que quiebra su empresa por la mala gestión del jefe, debe buscarse otro trabajo. Decide ser taxista al tiempo que se enamora de un vecino al que apenas conoce, sólo lo ha visto una vez, pero ha encontrado en él algo que la conecta, la ha hecho amar la ópera y tiene, como ella, fisonomía de pájaro. Otra constante en Millás, la conexión entre los personajes.

Así pues, Lucía se va transformando día a día en la protagonista de la ópera Turandot y al mismo tiempo comienza a pensar y moverse, a sentirse pájaro aunque se vea mujer. El desdoblamiento de personalidad también es fácil distinguirlo en las novelas del autor. Pero este desdoblamiento va más allá pues en esta ocasión también ocupa el espacio, de forma que la realidad y la ficción quedan en un mismo plano por lo que ni siquiera el lector ve como rasgo delirante de la protagonista, sino como algo normal, el circular por Madrid sin ningún problema llevando como guía un mapa de Tokio.

Al taxi de Lucía-Turandot suben personas de todo tipo, aunque con un punto en común, todas tienen algo de pájaro

nada más verla a usted he pensado que podríamos ser hermanas. Por la nariz, ¿no lo ve? La mía es la de mi madre
—La mía no. La mía es de mi padre y más de una vez he pensado en operármela
—¿Qué dice? Si las narices aguileñas son magníficas

Y así, con esta actitud, la protagonista no duda, a partir de que recoge a su primera clienta en hacer el bien y ayudar a todo el mundo, desde no cobrar la carrera o darles incluso dinero si cree que les hace falta, hasta acostarse con ellos cuando considera que puede hacerles un bien; incluso, conforme va tomando confianza en su trabajo se permite actuar como juez entre conversaciones de sus pasajeros, siempre defendiendo, por supuesto, al más débil «…Digo que si yo fuera su mujer, le habría dado un par de hostias con esas manos que tiene al final de sus cortos brazos. El individuo se quedó sin habla durante un minuto o más […] Se sentía tan poderosa, tan fuerte, que casi deseó que el cliente añadiera una inconveniencia para detener el coche, volverse y darle de verdad una bofetada […] —Déjenos aquí mismo —Con mucho gusto…».

Paradójicamente al trabajar en un taxi y relacionarse con todo tipo de individuos aparece otra de las características invariables de Millás, la soledad «La gente, en general, daba asco».

Lucía-Turandot se siente sola, realmente no tiene familia ni amigos, pero el verdadero aislamiento viene de ella misma, en su interior se siente distinta al resto, de ahí que intente por todos los medios conectar con alguien «…ella sólo pensaba en el que venía detrás. Quizá por eso había acabado de taxista…».

Asimismo, el amor, presente también en la narrativa de Millás, aparece en Lucía de forma platónica, pero con tanta fuerza que todos sus movimientos van destinados a conseguir a su enamorado, está segura de que en cuanto la vea caerá rendido y, sin saberlo, a eso se dedica, a conocer, a defender personas que curiosamente la van llevando hacia su Calaf, hacia su único amor, y ella se deja aun teniendo un mal presentimiento «su intuición le dijo que algo no iba bien».

Lucía-Turandot es otra protagonista de Millás cuya vida está influenciada por algún trauma infantil, trastorno que llega a presidir todos sus movimientos pues aunque no le gustaban los pájaros, desde que sus padres le regalaron uno traído de China, las aves formarán parte de ella hasta que no sepa distinguir quién es en realidad «La madre se acercó entonces a la jaula, frunció los labios y produjo con la lengua una suerte de chasquido que calmó al animal. —Se llama Calaf —le dijo—, viene de la lejana China». Sea como pájaro, sea como mujer, Lucía es buena pero esa bondad, repartida sin discriminación se transforma en dolor, en ira, en furia, en locura, cuando se siente humillada, herida, utilizada para una de las mayores vilezas, aprovecharse del otro en beneficio propio sin importar el daño que se pueda hacer.

La verdadera metamorfosis de Lucía se produce en ese momento y en su transformación lo hace también el entorno; ya no queda nada en esta sociedad que le guste, que la ate, por lo que es capaz de trascender a su otra realidad, aquella en la que, al menos por unos instantes, puede convertirse en un reducto de felicidad.

Llegados a este punto obvia decir que la confusión sueño-realidad también está presente en todas las novelas del autor, puede que en realidad sea porque los protagonistas tienen un punto de inseguridad o de inconformismo con la realidad; el caso es que ni ellos mismos saben quiénes son en determinados momentos «Las mejillas, tratadas con una mezcla de polvo de arroz y avena […] le daban una palidez característica de algunos personajes del teatro chino».

En el caso de Lucía, el desorden forma parte de lo cotidiano, sus órganos cobran vida y realizan acciones propias «tenía en los labios una expresión que componían ellos mismos, a veces, por su cuenta […] entre la calma y la ansiedad»; sin embargo en otras ocasiones se cosifican «Su corazón se detuvo unos instantes, pues, y en seguida volvió a reiniciarse, como esos colapsos inexplicables que sufrían a veces los ordenadores…».

Del mismo modo, el nombre es un importante distintivo de la realidad desdoblada del mundo en el que se desarrolla Lucía, si a veces se llama Turandot, su enamorado, Braulio Botas, es Calaf, como su pájaro actual, como el protagonista de la obra de Puccini y como su primer pájaro. Por el contrario, están los innominados, aquellos que no merecen existir, en Que nadie duerma, se trata del exjefe de las oficinas de Lucía «las sombras de los indigentes inclinándose sobre el cuerpo del cabrón como animales hambrientos sobre un pedazo de carroña».

Otras veces sube al taxi «gente misteriosa, oscura, transmisora de un malestar indefinido…».

Y aquí reside la genialidad de nuestro autor; al final, todos aquellos en los que Lucía detectaba algo en común, todos aquellos que emanaban de su contacto un rechazo, todos aquellos que parecían buenas personas y todos los que no lo eran, se unen para ayudar a que la protagonista pueda llevar a cabo su metamorfosis; de hecho, como persona se va deteriorando, sin embargo sus cualidades de pájaro aumentan, como la fuerza, la facilidad para adaptarse a cualquier cambio en el ambiente, la ligereza de su esqueleto y la forma de alimentarse.

Millás consigue, como nunca, un desenlace espectacular.

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