El gran imaginador o la fabulosa historia del viajero de los cien nombres

Qué complicado se me hace hablar en pocas frases de un libro sobre el que hay tanto que decir. Lo primero, empezaré por lo más obvio, Juan Jacinto Muñoz-Rengel hace en esta novela un increíble ejercicio literario. Es una cosa innegable, disfrutes o no de la novela. Historias dentro de historias, metaliteratura, mezcla casi onírica de realidad y fantasía, guiños a grandes clásicos de la literatura (sobre todo a la gótica), todo ello con el objetivo de crear un universo donde un personaje se presenta como el creador de gran parte del imaginario literario actual.
 
La idea es, honestamente, compleja pero original a rabiar. Vamos, que si estuviéramos tomándonos una caña te diría que “este libro es super loco”. ¿Para todo el mundo? Un rotundo NO, pero si entras en el mundo que te propone y te dejas llevar, sin tratar de racionalizarlo todo, y te lo tomas con calma, es muy disfrutable. ¿Puede que sea de esos libros que hace falta leerlo más de una vez para entender sus mil y una capas? No tengo dudas.
 
Jugando a menudo con el tiempo, esta novela nos presenta la vida de Nikolaos Popoulos, nacido en la Atenas del siglo XVI. Aventurero, desdichado, sabio con una imaginación desbordante.  Diferentes sucesos, le llevarán a lugares como Estambul o Praga, estará presente en la batalla de Lepanto, vivirá de cerca el negocio de la falsificación de reliquias y tendrán apariciones estelares (y no tanto) personajes tales como Miguel de Cervantes, el gólem de Praga, la condesa sangrienta, los piratas usconotes y… alucinad, ¡hasta extraterrestres! Lo que os digo… muy loco, pero funciona.
 
Por otro lado, algo que conquista es la prosa del autor. Qué cosa más exquisita. Qué forma de describir, imaginar y crear ambientes, personajes y sueños. Muñoz-Rengel demuestra que no tiene un registro, que tiene infinitos, ¿no será él el gran imaginador? El estilo es impecable, de verdad, pero no por ello sencillo, más bien lo contrario. Hay ratos que se me hizo cuesta arriba, tengo que decirlo y otros, donde la enumeración de adjetivos conseguía ensimismarme y querer aplaudir. No presenta un orden, una estructura clara la novela, y eso… no siempre es un punto a favor.
 
Por eso, tengo que insistir en que es un libro para leer con muchísima calma. Hay capítulos que se leen del tirón, pero otros que necesitas releer frases, toda tu concentración y en los que tras cinco páginas estás exhausto. 
 
Este libro tiene algo de inabarcable que creo que es parte de su encanto. Tiene capas y capas de significados, que te permiten hacer una lectura centrada en la trama si así lo prefieres, y otra enciclopedia (o Google) en mano para ir descubriendo sus mil y un secretos.

Resulta curioso y original. En algunos momentos se ralentiza demasiado