Auster tiene estas cosas. Comienza un libro en lo más alto, reclamando la atención del lector, y a las diez páginas desciendes en caída libre a un desierto de palabras e intenciones. Convierte un thriller en la típica novela americana, de triángulos amorosos, vidas que no encajan e insatisfacciones varias; no hay problema, cuando te has aclimatado, vuelve a darle un giro a la historia, pero sin salirse de contexto y ahí está la magia. Leviatán es una doble biografía, la del narrador Peter Aaron escritor e intimo amigo de Benjamín Sachs también escritor, lleno de ideales, que no termina de encajar en ningún sitio y personaje donde Auster descargara la esencia reflexiva y simbólica de la novela. La prosa del norteamericano no es preciosista, pero sí elegante y precisa, expresa a la perfección lo que su mente ficciona y es muy tacaño en hipérboles y piruetas. Leviatán te deja bostezar dos veces a pleno pulmón y a al tercero, confiado y al borde de la siesta con babas, te suelta un sopapo de nervio, incluso de tensión literaria...¡ahora que había cogido la postura! Los personajes de la novela tiene una gran carga psicológica y una mochila a sus espaldas llena de cicatrices, son náufragos de una complejidad en la que disfrutan revolcándose. No le falta al texto simbolismo yanqui, con unas réplicas de la estatua de la libertad, que forman parte de otro giro y del que no puedo desvelar más. No es mal libro, pero tampoco lo considero merecedor de premio alguno, allá los franceses con su Medicis y sus conciencias. Libro que gana mientras avanzas, si consigues no llenar de babas la almohada. Leer con el orinal cerca, por si acaso. + Leer más |
El esperado regreso a la novela de Paul Auster, que acompaña al inolvidable profesor Baumgartner en el viaje por los recuerdos de toda una vida.
Baumgartner es un eminente escritor y profesor universitario, tan excéntrico como increíblemente tierno, que hace nueve años perdió a su mujer. Su vida estuvo definida por el amor profundo y duradero que sentía hacia Anna y ahora, con 71 años, continúa luchando por vivir en su ausencia.
Su historia común arranca en 1968, cuando se conocen como estudiantes sin dinero en Nueva York y a pesar de ser casi opuestos en muchos aspectos, inician una apasionada relación que se prolongará a lo largo de cuarenta años. La superación del duelo por la pérdida de Anna se intercala con historias maravillosas -desde su juventud en Newark hasta la vida de revolucionario fracasado de su padre en Europa del Este- y con una poderosa reflexión acerca del modo en que amamos en distintas etapas de la vida.