El día del dragón

La cara de Carol tenía tan pocos amigos que si celebarar una fiesta de cumpleaños no aparecería nadie

Su voz era muy desagradable, una voz maligna. Era una voz que, en una ocasión, había hecho llorar a una hiena.

¡Una hoja de Nombrerarusenlatinus! ¡Son plantas propias de Brasil, no de aquí! ¡Es la primera hoja que veo de esta especie! ¿Y esto no es una hoja de Otronombrefalsus?

Cuando uno sabe que va a renacer de sus cenizas, no tiene miedo a demasiadas cosas.

—Que alguien me pellizque, por favor —se oyó decir a Carol—. Estoy soñando. Esto tiene que ser un sueño.

—¡Ay! —exclamó Fran cuando Kang Dae le propinó un fuerte pellizco en el brazo—. ¡Lo ha dicho ella, no yo!

—Tú estabas más cerca —dijo su amigo

El mundo había cambiado. El mundo contenía ahora ciudades secretas, hechiceros y pájaros parlantes en llamas.

El día que encontraron el huevo de dragón fue extraño desde el principio.

Ojalá encontráramos una bruja de arena. Al menos así no tendríamos hambre.
-No preguntes...
-¿Una bruja de arena? ¿Qué quieres decir?
-Arena en inglés es sand, y bruja es witch...¡una sand-witch! ¡Un sandwich! ¿Lo pillas?
-Te lo advertí.

-Nosotras, nobles ratas, hemos dedicado los mejores meses de nuestra vida a Flamígero Flambeau. Y él, como pago, ¡nos ha condenado al ostracismo!
-¿Al qué?
-¡Al ostracismo!
-¿Y eso qué es? ¿Ostras en mal estado?
¡Ostracismo! ¡Ostracismo para todos!