Ciudad espejo

Cuando ví que me llegaba este libro, pensé que estaría bien, porque como amante del terror con esos ingredientes seguro que molaría, pero no creía que me fuera a gustar tanto, aunque tengo que decir que he sufrido bastante, y que no es apto para aprensivos, teniendo en cuenta que el protagonista principal es un niño y que podrá pasarle de todo en esta novela (todo malo se entiende).

Todo comienza una preciosa tarde de Navidad en la que Marc, un niño de 6 años, está en el centro comercial de su ciudad dando un paseo, viendo tiendas de juguetes, eligiendo regalos... de repente el caos se desata, Marc ha desaparecido cuando estaba a cargo de su padre. Se soltó de su mano un segundo, y pum! Se esfumó! Empieza fuerte la cosa, el máximo terror de todos los que somos padres. Y es que el autor se sirve de los terrores cotidianos y reales, que nos rodean, para ponernos nerviosos y taquicárdicos! No se necesitan florituras ni inventos de espíritus y cosas así. Por ejemplo, hay algo más terrorífico que te secuestren en tu casa y amenacen con matarte allí mismo???? Pues de ese tipo son las circunstancias que nos ofrece el autor, pero en este caso con un niño de 6 años como protagonista, lo que hará todo más dramático y más angustioso si cabe.

En este sentido está claro que José Antonio bebe de fuentes como el gran maestro Stephen King, que de objetos o situaciones cotidianas puede hacer que se produzca la tragedia... Y que suceda lo peor o no... Y esto es lo que pasa en Ciudad Espejo. No os puedo ir contando todo lo que sucede porque destriparía la novela enterita (os recuerdo que es una novela corta de unas 200 páginas), y no es esa mi intención. Sólo os diré que no es como otras novelas en las que desaparece un niño y lo que vamos a vivir es la angustia de los padres por el secuestro o la desaparición, y el final se resuelve todo para bien o para mal. Esto es peor, porque los padres desaparecerán de escena y vamos a seguir las andanzas del niño desde que desaparece del lado de sus progenitores. Conoceremos lo que piensa este niño con todo lo que le va pasando, imaginaros un niño que se pierde en la calle durante una fría noche de Diciembre, con todo lo que se puede encontrar. Pues no somos capaces de imaginarlo, por eso el autor nos ofrecerá un catálogo de situaciones espeluznantes por las que tiene que pasar este niño y ser testigo durante toda una noche en lo que será la parte "horrible" de la ciudad, la otra cara, la terrorífica y amarga, que resulta que está a sólo unas manzanas de donde se perdió, en una zona de indigentes, de pisos a medio construir, con algunos habitantes inquietantes y otros que no lo son... Conoceremos la otra cara de la ciudad, de una ciudad que podría ser la tuya. Porque nosotros desde la comidad de nuestro hogar vivimos tranquilos y aún así pensamos que nos llueven los problemas, y si pasáramos una noche en esas afueras de la ciudad de marginación, peleas, interperie, todo cambiaría. Y ese es el punto fuerte de esta novela, lo que te hace que se te pongan los pelos de punta, que puede ser todo real. Y que le está pasando a un niño pequeñito.

Varias van a ser las circunstancias a las que se tenga que enfrentar, aparecerán en su camino personas, animales, caerá enfermo... Todo está en su contra. Pero también tendrá ángeles protectores porque en todo "semimundo" hay buenos y malos. Aunque aquí parece que abundan los malos e incluso que ganan los malos. Con escenas muy bien descritas que de tanto detalle te dejan muy tocado, no paran de suceder cosas, es un libro muy dinámico y no te dega un momento de respiro. El desasosiego te persigue durante toda la lectura. Esos son los ingredientes que a algunos lectores le pueden echar atrás pero que a los amantes del terror nos engatusan sin remedio.

Una de las partes más bestiales me ha parecido el de la antigua estación de Metro, he estado en la "estación fantasma de Madrid" así que me lo podía imaginar perfectamente. Me ha recordado a las películas de la Purga y ha sido un momento muy perturbador. El libro en general es perturbador. al final ha introducido algo que podría ser más paranormal, pero en verdad lo deja un poco a interpretación del lector, yo prefiero pensar que todo se deba a la imaginación y la fiebre que asolaban a Marc en ese momento y que es otro punto más para la agonía del lector.

En cuanto al final, me pareció un poco agridulce. Estaba claro lo que iba a pasar pero tenía la esperanza de que pudiera cambiar la vida del personaje que acompaña a Marc, se lo merece, pero en una novela así, pues era lo que tocaba. Aunque sí hay que reconocerle al autor que es capaz de cuando el niño está corriendo un peligro grande, introducir un giro inesperado que lo cambie todo y que no esperas, esto pasa varias veces y me ha gustado mucho. Si tuviera que ponerle un pero, me hubiera gustado un epílogo de "Años después..." en el que se supiera la trayectoría que han seguido los personajes de la novela, ver como es su vida actual y si les ha marcado o no esa noche nefasta.

En resumen, Ciudad Espejo es una novela perturbadora, que juega mucho con los sentimientos de miedo real, y de miedo por un niño, que intenta mover un poco la empatía hacía el prójimo, que nos descubre otra cara de la ciudad y otra cara de la sociedad que no nos imaginamos ni en nuestras peores pesadillas, y que recomiendo a los amantes del terror porque no os va a decepcionar.
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Ciudad Espejo nos sitúa en una ciudad cualquiera de España, que si bien no se llega a mencionar, por ciertas descripciones que sí se dan, yo personalmente llegué a pensar en Barcelona. En una época donde las navidades están comenzando y las calles están inundadas de personas haciendo sus últimas compras, de escaparates decorados y luces navideñas. Nos centramos en una de las familias de tantas que nos podríamos encontrar paseando por el céntrico lugar sin saber que, tan solo hace falta un solo segundo que su vida de un giro de 180º y de comienzo la peor de las pesadillas de sus vidas.

Marc, un niño de apenas seis años, de pronto se suelta de la mano de su padre y desaparece. Dejando unos angustiosos y aterrados padres buscándolo entre ese tumulto de gente ignorante e incluso indiferente al horror por el que de pronto están viviendo.

Es entonces que comienza una carrera contrareloj. Que transcurre en tan solo una sola noche y que da comienzo en un pub irlandés... una mala decisión en nuestra huida nos llevará hasta un callejón oscuro donde el mal parece acechar en cada rincón, en cada sombra... y que si logramos salir indemnes nos llevará hasta una estación de metro abandonada, lugar que sirve para aquellos que no tienen un techo propio, se resguarden tanto del frío que trae consigo el invierno como de la maldad que trae con ella una parte de la sociedad enferma y cruel,... sí aún llegando hasta aquí logramos sobrevivir también encontraremos unos edificios a medio construir fruto de la burbuja inmobiliaria y que pueden servirnos de refugio durante lo que queda de noche o no....

Por la sinopsis y la portada creí que me iba a encontrar más con un tipo distopía con algún que otro elemento sobrenatural, que fue lo que realmente me hizo adentrarme en esta nueva aventura lectora. Nada más lejos de la realidad aunque, si os soy sincera, que no se cumplieran estas primeras expectativas no me ha decepcionado en absoluto. al contrario...

Y es que, José Antonio Bonilla, sin la necesidad de demogordons, espíritus o cualquier otra criatura sobrenatural inventada,... valiéndose solamente de escenarios y circunstancias típicas de la vida real, al más puro estilo de maestros del género tales como Stephen King, ha sido capaz de lograr transmitirme esa angustia, rabia, impotencia y hasta el terror que prometía. Introduciéndonos de forma magistral al otro lado del espejo de una ciudad que bien podría tratarse la de cualquiera de nosotros, mostrándonos esa realidad paralela que algunos no llegaremos a conocer jamás aún siendo la realidad de muchos otros.

Lo mismo que con la ambientación sucede con los personajes, y es que en esta historia no encontraremos ni protagonistas ni secundarios si no que, todos por igual tendrán el mismo porcentaje de protagonismo. Cómo en tan solo poco menos de 200 páginas, el autor es capaz de crear unos personajes tan reales con los que logra crear esa empatía entre el lector y muchos de ellos, de la misma forma que nos dará a conocer unos "malos" que nos harán no solo temblar si no desear escondernos debajo de las mantas hasta volvernos invisibles.

La pluma de Bonilla es otro rasgo a destacar de esta obra y es que, esta historia contiene escenas que ya de por sí, por su trasfondo son crueles difíciles de digerir pero, y no obstante estamos ante el IV premio de Novela de Terror de Utrera, el autor teniendo en cuenta siempre que es aquello que quiere contar y sin necesidad de florituras ni detalles innecesarios, profundiza y hasta se recrea mostrándonos hasta el más mínimo detalle oscuro de esa ciudad espejo logrando perfectamente transmitirnos el horror que quiere transmitir.

Otro de los rasgos que me gustaría destacar es esa característica que le ha otorgado el autor a la trama y que personalmente a mí me encanta en este género. Ese tono gris que nos impide distinguir, ya sea a consecuencia de esos detalles a simple vista insignificantes como la imaginación, los delirios o la sugestión de cada personaje que nos narra, si realmente seguimos en un plano de realidad o si por el contrario lo que está ocurriendo tiene algo de paranormal. Esa incertidumbre que no es otra cosa que ese factor sorpresa que precede al susto en las películas de terror y que, en los libros se suele perder, es uno de los rasgos claves que hacen marcar la diferencia para que, al menos personalmente, disfrute al completo de una historia clasificada en el género de terror.


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La ciudad está repleta de gente, música, risas e ilusiones. Es el lugar donde miles de personas trabajan, conviven, se divierten, aman y muchos se ayudan. Donde cada navidad todo se vuelve mágico y hermoso haciendo que la vida sea aún más intensa. Eso es lo que vemos los que estamos a este lado del espejo.

Lo que no vemos es a aquellos que coexisten con nosotros, a sólo unos metros. En su ciudad, al otro lado de ese espejo que construimos con nuestro desprecio o indiferencia, todo es salvaje y cruel. En esa otra urbe, sus habitantes han dejado de sentirse seres humanos. Allí el bien y el mal se enfrentan encarnizadamente por romper la delgada línea que les separa.

Cada sábado por la noche, además de a la soledad, el hambre, el frío y el rechazo, deben enfrentarse a algo peor: unos monstruos despiadados con forma humana que se mueven entre ambos mundos, alimentándose de muerte y dolor, vertiendo sangre en una competición de crueldades sin que a nadie le importe.
Uno de esos sábados, Marc, un niño de seis años, se suelta de la mano de su padre y se pierde entre la multitud. Sin quererlo ni comprenderlo pasará al otro lado y vivirá la peor de sus pesadillas; una en la que su supervivencia dependerá de lo que quienes menos tienen estén dispuestos a sacrificar.

José A. Bonilla, a pesar de jugar con la ambigüedad introduciendo en el último tramo de la novela lo que podrían interpretarse como elementos sobrenaturales, no necesita de seres más aterradores que los propios hombres y alguna que otra rata para enganchar, entristecer, o atemorizar al lector. Con su prosa cercana y precisa logra hacerle visionar cada escena con enorme realismo. Ningún lugar, suceso, o circunstancias descritas, se alejan del imaginario popular de los habitantes de las grandes ciudades, pero al situar a un niño en el centro de la acción, sobredimensiona cada elemento generando tensión y angustia. Aunque también amor. No sólo hacia Marc, no; consigue que amemos a personajes a los que no miraríamos dos veces por la calle, a los que solemos rehuir o ignorar. A personas que han tocado fondo hasta el punto de sentir que han perdido su humanidad. A menores que abrazan la delincuencia como su único modo de vida. Y con ello cambia nuestra percepción haciendo que no les sintamos tan ajenos, que donde antes veíamos vicio o debilidad ante el alcohol y las drogas, ahora distingamos una válvula de escape casi inevitable tras situaciones límite causadas por un sistema del que formamos parte.

Son muchos los méritos de esta obra ganadora del VI Premio de novela de terror Ciudad de Utrera: genera un estado de intranquilidad permanente en quien se adentra en ella y va descubriendo, o intuyendo, lo que ocurrirá poco después. Transmite la angustia de unos padres que, sin ser apenas mencionada durante la trama, siempre está presente. Convierte a los parias en héroes haciéndoles protagonistas de la eterna lucha entre el bien y el mal. Y gestiona magistralmente las escenas de violencia cruda y salvaje.
Pero lo que hace que sea sobresaliente es que juega con la desesperación y la necesidad de redención de unos personajes que anhelan, ante todo, recuperar el respeto por sí mismos. Y que nos muestra, inadvertidamente, distintas formas de encarar la muerte: como el fin de la partida, como la última parada del tren perdido, como un descanso, o como un acto de justicia. Pero también como diversión y alimento para seres con almas oscuras que parecen salidos de una febril pesadilla.

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En cuidad espejo nos encontramos a una familia, padre, madre y su hijo de seis años, Marc, haciendo sus compras de Navidad en una bulliciosa calle de una gran ciudad. En un momento de despiste Marc desaparece, y sus padres lo buscan desesperados. Las circunstancias llevarán a Marc hasta un barrio de esa ciudad a medio construir, repleto de la más absoluta miseria y desesperanza, donde conviven los vagabundos, drogadictos, niños abandonados y toda serie de “demonios” que pondrán en jaque la vida del pequeño Marc.

Tengo que reconocer que escogí este libro porque al leer la sinopsis pensaba que sería algo rollo Stranger things, con un mundo inventado e irreal con seres espantosos y que conforme empezaba a leer y veía que no iban por ahí los tiros me estaba decepcionando un poco. Lo que no me esperaba fue encontrarme con una historia tan aterradora sin necesidad de tirar de todas esas cosas y con elementos tan terrenales, como pueden ser las ratas o perros. El autor me ha demostrado que no hace falta un mundo inventado para causar miedo y es que tenemos en nuestro día a día cosas que pueden ser aterradoras, sobre todo para un niño de seis años perdido en el peor barrio de una ciudad.

La forma de escribir del autor es excelente, en una novela tan cortita consigue que tengas el corazón en un puño, por momentos ha habido veces que pensaba dejar de leer porque me estaba creando una ansiedad perturbadora y más si pensaba que esta historia podía estar pasando en esos momentos en cualquier gran ciudad, de verdad que me ha impresionado muchísimo.

También me ha sorprendido mucho que en tan pocas páginas haya conseguido crear unos personajes tan bien definidos y de los que te encariñas enseguida.

Si tengo que ponerle un pero, quizá es el final, como que me han faltado un par de páginas. Me ha faltado, aunque ya se sabe que Marc está a salvo, ese reencuentro con sus padres.

En resumen, un libro que recomiendo totalmente, se lee en un suspiro pero se disfruta muchísimo y más si te gusta que un libro te mantenga con el corazón en un puño todo el tiempo.