El índice contrajo el gatillo. Pudo comprobar que había hecho blanco, lo que le sumió en un mal sueño. El resto de unidades repelían el ataque. Ráfagas de disparos, fuego de artillería; un infierno de llamas rojas se apoderó del lugar. La peor parte se la llevaban las ya de por sí maltrechas casas; el poblado se destruía, incendiado, con columnas de humo negro que se elevaban hacia el infinito. En todos los conflictos que había participado los civiles pagaban la ambición de sus líderes: dinero y poder eran la droga que movía al ser humano.