Cuando me propusieron leer este libro fue en la Educación Secundaria, en clase de filosofía. Nuestro profesor era además el psicólogo del centro escolar, y siempre nos hacía reflexionar sobre temas importantes para nosotros. Fue una época en la que estábamos viendo y viviendo cambios muy bruscos, la adolescencia, y este libro nos pareció una lectura totalmente diferente al resto de lecturas escolares: no era un clásico muy alejado en el tiempo, y era entendible, pero sobre todo, podíamos pensar en nuestra vida a través de este libro. La historia que presenta es una parábola en la que cuenta cómo dos hombres y dos ratones viven gracias a un queso. Consiguen llevarse bien y estar de acuerdo, pero un día ese queso desaparece. A partir de ahí, cada personaje utilizará sus propias estrategias para buscarlo a través del laberinto. La vida no es un paseo primaveral, y a veces nos pone trabas, pero la incertidumbre es a veces agotadora. Este libro no te da las claves para encontrar la felicidad, pero sí te anima a intentarlo, a no rendirte en cualquier recodo del laberinto, a no huir o quedarte estancado. Creo que el momento en el que el libro vino a mi vida fue perfecto, por lo que lo guardé y lo he ido sacando de vez en cuando a lo largo de estos años. No puedo decir que sea el libro de mi vida, pero sí que de él saqué muchas reflexiones importantes para seguir recorriendo mi propio laberinto. |