La mujer del kimono blanco

Con cada paso que daba me acercaba un poco más a futuro y me alejaba un poco más de mi familia. Era un contraste de extremos en todos los sentidos, pero de alguna manera yo había encontrado mi lugar entre ellos. Buda lo llamaba el camino del medio. El equilibrio correcto de la vida.
Yo lo llamaba felicidad.
Una vida con amor es una vida feliz.

Una vida con amor es una vida feliz. Una vida dedicada únicamente al amor es una estupidez. Una vida de condicionales es insoportable. A mis setenta y ocho años, he pasado por las tres.

Una vida con amor es una vida feliz. Una vida dedicada únicamente al amor es una estupidez. Una vida de condicionales es insoportable.

La abuela solía decir que el hombre tiene mil planes, pero el cielo solo uno. Y el cielo... Oh, el cielo se río muchísimo de nuestro (...)

Si mantengo la cabeza y el corazón enfocados en la dirección correcta, mis pies podrán seguirlos.

Porque bajo el sol de Japón hay muchas cosas terribles: los grandes terremotos, que derrumban ciudades enteras; los rayos mortales que envía el cielo rabioso, los vientos furiosos de los incendios mortíferos y padre. Este último no es el menos importante.

En el enfrentamiento entre piedra y agua, el agua acaba venciendo. Puesto que las ideas de mi familia son fijas como la piedra, yo debo insistir como el agua para cambiarlas.

El tiempo, lo he dicho antes, no discrimina. Le da lo mismo que seamos felices o que estemos tristes. No espera, no pasa más lento ni sé acelera.

Lo mejor para ti y lo mejor para la niña son dos cosas diferentes.

En una ocasión a Buda le preguntaron: ¿Eres un sanador?. No, contestó Buda. ¿Eres un maestro, entonces? No, contesto él de nuevo. Entonces Buda, ¿qué eres?, pregunto el alumno exasperado - La monja se acerca tendiéndome a mi hija - Y Buda contestó: "Soy... soy el que ha despertado"