Se nos olvidó. Se nos olvidó todo lo que deberíamos haber aprendido.
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Se nos olvidó. Se nos olvidó todo lo que deberíamos haber aprendido.
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¿Cómo lo arreglo? ¿Qué hay que hacer para conseguir un mundo mejor?
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-¿Por qué yo?-preguntó Katie mirándolos alternativamente a los dos-. Soy la más menuda. Lear es más inteligente. Virginia es más fuerte. Gavin es mejor con el puñal. ¿Por qué yo? -Porque confío en ti, Katie-contestó Jonathan-. Llevo años observándote, y eres la única que no cambia de rumbo aunque cambie el viento. |
¡Qué orgullosa está esta gente de su odio! El odio es fácil, y además es perezoso. El amor es lo que exige esfuerzo, el amor es lo que nos exige un precio a cada uno de nosotros. El amor cuesta; ese es su valor.
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A veces pienso: si quieren ir armados por la calle y construir vallas y dejar que la iglesia les diga lo que tienen que hacer, adelante. Que construyan su propia ciudad estrecha de miras y que vivan allí, y que más tarde se den cuenta de que en realidad es un sitio horrible.
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—Es muy interesante, Señora. —¿Ah, sí? —Sí. —Ya. Y ¿dónde está el verdadero Lazarus? El capitán esbozó una sonrisa. —Es que he... estado leyendo. —Leyendo ¿qué? —Vuestros libros, Señora. Ya llevo leídos nueve. Kelse se quedó mirándolo, atónita. —No están nada mal esas historias —continuó el capitán con rubor en las mejillas—. Te muestran el sufrimiento de los otros. —Se llama empatía. Carlin siempre decía que ese era el gran valor de la ficción, que nos ponía dentro de la mente de unos desconocidos. ¿Qué ha sido de mi biblioteca, Lazarus? |
A medida que crecía, la niña iba rodeándose de libros, y eso, más que ninguna otra cosa, convenció al Traedor de que merecía una atención especial. Sus recuerdos de los Tear iban desvaneciéndose, perdiendo brillo y volviéndose borrosos. Pero eso sí que lo recordaba: a los Tear siempre les habían gustado los libros. Un día había visto a la niña sentarse debajo de un árbol delante de la casita y leerse un libro entero en cuatro o cinco horas. El Traedor estaba escondido entre los árboles a más de diez metros, pero sabía darse cuenta de cuándo alguien estaba ensimismado; si se hubiera acercado sigilosamente a la niña y se le hubiera sentado delante, ella ni siquiera lo habría visto. Sí, era como los Tear. Le importaba más lo que pasaba dentro de la cabeza que lo que ocurría fuera.
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Novela de ciencia ficción, escrita por Richard Matheson, en 1975 se titula: "En algún lugar del _________"