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Las expectativas que se crea uno cuando se acercan a una novela de terror suelen ser peligrosas. Ese entusiasmo generalizado va solidificándose y creando en tu cabeza una ilusión acerca de una historia que, por mucho que lo intente, no va a conseguir saciar las ansias de perfección que tú mismo te has creado. Y eso no implica que esa novela sea mala, que no ofrezca la dosis perfecta de terror y drama o que te encuentres ante una novela más que descartar. Es algo tan simple como que te tienes que formar tu propia opinión sin dejarte llevar por los recuerdos de los demás lectores. Y esta novela tenía todo para convertirse en una de esas historias aterradoras que se quedarán en tu memoria. ¿Lo ha conseguido? Pues mira, sí. Hay momentos inolvidables que consiguen estremecerte, más de uno en realidad. La construcción de los personajes, su ambigüedad, su manera de sufrir ante lo que le rodea, esa sensación tan terrible que significa que el peligro acecha a cada página...todo en su conjunto consigue que un libro de este calibre, setecientas paginas en mi edición, se devore con facilidad y te lleve de la mano a más de una pesadilla. Sin embargo, no todo termina de funcionar y hay alguna que otra trama desaprovechada que no se dirige a ningún lugar. Algunos personajes secundarios muy interesantes quedan en nada y te plantean la ilusión de que de haber recortado su trama la novela funcionaría igual. Pequeños detalles que contaminan la experiencia, sin que la terminen por amargar. Pero, por otro lado, la maquinaria imaginativa de Hill aquí trabaja y bien, presentándonos una serie de ideas maravillosas y aterradoras. Una suerte de mundos paralelos en donde se fusionan deseos y realidades, en donde uno puede cruzar la línea para alcanzar aquello que anhela, siendo esto un instrumento que los protagonistas usarán con intenciones enfrentadas. Y ahí es donde aparece el gran acierto de la novela. Cada uno de los personajes protagonistas de esta historia destilan encanto. O temor. Desde nuestra traumatizada Victoria, con ese don que la consume por dentro y que la convierte en un persona al borde de la locura a ese increíble y siniestro villano que queda en el recuerdo de los personajes más aterradores que uno pueda leer. Charles Manx tiene la entidad suficiente, y el misterio necesario, para colarse en nuestras pesadillas y dejarnos acongojados cada vez que suena un villancico. Aparte, Joe Hill no se queda en ellos y rodea a esos personajes de otros secundarios con la misma complejidad y ambigüedad como para recordarlos. Desde ese Lou que actúa como la extensión friki del propio autor, a el devastador Bing que se siente real y terriblemente cercano. Y hay más, créanme, muchos más personajes que resultan inolvidables. Si a todo esto le añadimos una trama compleja, narrada de una manera fluida y llena de diversificaciones en el tiempo y en el espacio, y la llenamos de momentos realmente perturbadores como para que se te claven en la cabeza como esos dientes que devoran la carne...pues terminas por darte cuenta que sí, que esta novela da lo que promete. Que es una de esas historias terroríficas que recuerdas con cariño y que su fama realmente se la ha ganado. Es la novela de Hill que estábamos esperando. Compleja, compacta y aterradora. Porque no hay nada más terrible que acercarse a un niño y ver como le brillan los ojos. |
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