El fuego del infierno no es castigo suficiente para un hombre (o para una mujer) capaz de hacer daño a su hijo.
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El fuego del infierno no es castigo suficiente para un hombre (o para una mujer) capaz de hacer daño a su hijo.
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Vic había llegado a la conclusión de que la diferencia entre la infancia y la edad adulta era la diferencia entre imaginación y resignación.
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Ese puto pirado quiere que todos los días sean Navidad, pero lo que yo le voy a dar es más bien un cuatro de julio.
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La fantasía es siempre una realidad esperando a ser activada.
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Vic había llegado a la conclusión de que la diferencia entre la infancia y la edad adulta era la diferencia entre imaginación y resignación.
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Escuchar música navideña cuando era casi verano tenía algo de siniestro. Como ver un payaso bajo la lluvia con el maquillaje hecho churretes.
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Había creído que el amor tenía algo que ver con la felicidad, pero resultó que no estaban en absoluto relacionados. El amor tenía más necesidad, lo mismo que comer, que respirar
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¿Acaso existía un anhelo humano más triste -o más intenso- que desear otra oportunidad en algo?
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Vic quería montar una página web, una campaña de concienciación pública, un boletín informativo para que la gente supiera que si eras mujer y tenías un hijo lo perdías todo, pasabas a ser prisionera del amor, un terrorista que no se conformaba hasta que le entregabas todo tu futuro.
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Y por primera vez reparó en que una habitación llena de libros huele a postre, un tentempié dulce hecho de higos, vainilla, pegamento e inteligencia.
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Es un cuerpo creado a partir de la unión de distintas partes de cadáveres diseccionados, escrito por Mary Shelley a partir del reto literario de Lord Byron.