Papá Puerco

Se acerca el fin de año en Mundodisco y todos los habitantes están preparándose para celebrar la Vigilia de los Puercos —la versión terraplanista de la Navidad—, esto trae consigo también a la versión homologa de Papá Noel repartiendo los regalos en cada una de las casas donde haya niños. Pero esta vez las cosas no serán como la tradición manda, esta vez Papá Puerco corre peligro de muerte y su lugar es tomado por el personaje que uno menos imaginara: La mismísima Muerte. Esta, consciente de la importancia de Papá Puerco, decide cubrir el puesto. Tratando de reflejar lo más fielmente al personaje, se ata un cojín sobre el hueco de las caderas, se cuelga una barba postiza, se enfundado en un traje rojo y surca los cielos en un trineo empujado por cuatro puercos repartiendo los regalos a todos los niños del Mundodisco.

Por otro lado, Susan, la nieta de la Muerte —de esto hablamos luego— está investigando por el paradero de Papá Puerco y la relación de este hecho con la nueva actividad favorita de su abuelo. Que Papá Puerco haya desaparecido causa, además, una pérdida progresiva en la fe y en la fiesta venidera, por lo que de a poco en la Universidad Invisible comienzan a aparecer toda suerte de dioses hogareños desconocidos hasta el día, un misterio que los eminentes magos que habitan la institución tendrán que resolver.

Las historias entremadas, que a veces confluyen entre ellas y que por otros momentos se desarrollan de forma independiente permiten explorar la amplia gama de habitantes del Mundodisco sin la necesidad de encasillarse solo en los magos, en la Muerte, en los asesinos o en cualquier otro grupo particular; da pie para que descubramos elementos propios de cada uno de los grupos mencionados y reconozcamos las maneras tan diferentes en las que logran abordar el mismo problema. La versatilidad de las historias que agrupa el libro es parte de la magia de Mundodisco y una de las cualidades más notables de la serie que le otorgan ese don de poder leer las novelas que se desarrollan dentro del mundo de forma independiente, en “desorden”.

Este es un libro que tiene mucho que decir dependiendo de la clave en la que se lea: si se hace desde el punto de vista netamente literario es una historia entretenida, que saca un par de risas —perdón a los que viajaron conmigo en metro mientras me reía, no me reía de ustedes— y con muchas de las cosas que uno espera de una novela de Fantasy; pero la cosa cambia conforme se buscan otros tintes en la historia. El libro es, sobre todo, un paralelo entre las creencias aceptadas en los niños y los adultos —las de los adultos no son más válidas que las de los pequeños—, es un cuestionamiento no solo a las creencias, sino también a las tradiciones y cómo estas mutan a lo largo de la historia según ciertas necesidades.

Si hay algo que admire de la pluma de Pratchett es la forma tan brillante en la que mezcla los diálogos entre personajes con soliloquios, pensamientos y anécdotas; esto, junto con el juego de mayúsculas que propone —No solo cuando la Muerte habla—, cursivas, de pronunciación y las notas al pie son una muestra de la riqueza que se esconde sobre el gran disco de piedra que va navegando el vacío sobre Gran A'Tuin.

La Muerte es uno de los protagonistas de esta historia y es del que más se puede aprender. En su misión de remplazar a Papá Puerco —ojo que él no es el que lo manda a matar ni nada del tipo, dejen los prejuicios con el fin de todos los caminos como él mismo se denomina en un fragmento del libro— nos vamos a encontrar con un personaje que, no siendo humano, entiende mejor muchas de las cosas que implica serlo. Su ingenuidad ante las cosas mortales permite que se cuestionen muchas de las cosas inherentes a la humanidad, las cuales nosotros como mortales simplemente aceptamos junto con la vida. Pronto vamos a descubrir que la tarea de la Muerte por remplazar a Papá Puerco no es solo para salvar la tradición de la Vigilia de los Puercos, sino finalmente salvar a la humanidad.

A Pratchett hay que admirarlo por lo que se quiera, pero nadie puede dejar por fuera su capacidad de análisis de la condición humana. En Papá Puerco hace un análisis concienzudo de la naturaleza humana, del sentido de la humanidad y del qué nos hace humanos. Da espacio al humano como criatura mitopoética y se permite explorar un mundo en el cual Papá Puerco, el hada de los dientes y todos estos seres del imaginario infantil no tienen cabida, un mundo en el cual los dioses viejos hacen trabajos nuevos —Hola Jesús que cómodamente nace en las fiestas romanas de Saturno—. Para ello se ayuda de la Muerte, un personaje que, desde su particular y pragmática visión del universo, por formar parte intrínseca de él, pero a la vez desde la perspectiva de no estar atado a las leyes o sentimientos humanos, es capaz de realizar un análisis certero, duro y llano de la esencia que define a la humanidad.

Pero la creencia que le preocupa a Pratchett no es solo la del espíritu navideño o simplemente el dejar de creer en ello cuando se crece, es mucho más que eso: es lo que está entretejido en nuestra existencia; sin él, ¿tendríamos alguna vez conceptos abstractos que nos definan: misericordia, justicia, compasión, amistad, amor? Básicamente, necesitamos creer en pequeñas mentiras, como Papá Puerco, antes de que podamos creer en grandes mentiras que nos hacen humanos.

Una historia, que como he dicho ya varias veces a lo largo de este espacio, nos invita a pensar en lo que nos hace humanos, en el lugar donde radica el verdadero sentido del ser humano y que conforme nos da risas con las ocurrencias de los personajes, nos muestra cosas taaaaaan evidentes sobre nuestra esencia que a veces damos por hecho y aceptamos sin más miramientos y sin detenernos un momento para al menos preguntarnos por el sentido de las cosas.

Como colofón de esta reseña, quiero darle espacio a uno de los pasajes más emotivos del libro, el cual cada vez que leo me emociono y que quiero que todos tengan a mano cada vez que se pierdan de rumbo entre tanto tedio que supone ser humano:
—Muy bien —dijo Susan—. No soy tonta. Me estás diciendo que los humanos necesitan… fantasía para hacer la vida soportable, ¿no?
¿DE VERAS? ¿CÓMO SI FUERA UNA ESPECIE DE PÍLDORA ROSA? NO. LOS HUMANOS NECESITAN LA FANTASÍA PARA SER HUMANOS. PARA SER EL PUNTO DONDE EL ÁNGEL QUE CAE SE ENCUENTRA CON EL SIMIO QUE SE ALZA.
—¿Hadas de los dientes? ¿Papá Puerco? ¿Pequeñas…?
SÍ. A MODO DE PRÁCTICA. HAY QUE EMPEZAR APRENDIENDO A CREER EN LAS MENTIRAS PEQUEÑAS.
—¿Para que podamos creer en las grandes?
SÍ, LA JUSTICIA. LA COMPASIÓN. EL DEBER. ESAS COSAS.
—¡No son lo mismo en absoluto!
¿ESO CREES? ENTONCES COGE EL UNIVERSO Y MUÉLELO HASTA QUE NO SEA MÁS QUE UN POLVILLO FINO Y PÁSALO POR EL MÁS FINO DE LOS TAMICES Y ENTONCES ENSÉÑAME UN SOLO ÁTOMO DE JUSTICIA, UNA MOLÉCULA DE COMPASIÓN. Y SIN EMBARGO… La Muerte hizo un gesto con la mano. Y SIN EMBARGO ACTUÁIS COMO SI EXISTIERA UN ORDEN IDEAL EN EL MUNDO. COMO SI HUBIERA UNA… UNA CORRECCIÓN EN EL UNIVERSO POR LA CUAL ESTE PUEDE SER JUZGADO.

Papa Puerco - Terry Pratchett

Profundamente decepcionada. No voy a decir que no me gustara, porque sí que lo ha hecho pero no me lleno tanto como esperaba.
Quizás tenía grandes expectativas y por eso me decepcionó pero la sensación que me ha dejado es que durante las 200 primeras páginas no pasa absolutamente nada. En el ambiente de la Vigilia de los puercos son distintos personajes haciendo cosas (pero como si te dicen: contexto, día de navidad. Los Pérez comen pavo, Pablo va a la tienda, a Amanda le pica la nariz... y tu; muy bien pero avánzame la trama) y al final del libro todas las historias se medio entrelazan para darle explicación y cierre.
¿Lo recomiendo? Sí, porque te vas a reír con las ocurrencias de la Muerte, los magos y demás personajes pero nada más.

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