Todos los nombres de Helena

“Vivimos como si tuviésemos la eternidad en las manos, sin pensar que cada minuto es irrecuperable”.

Comencé Todos los nombres de Helena con entusiasmo y terminé la novela con pena como cuando finaliza un buen viaje, como cuando sabes que estás viviendo un momento que vas a recordar, como cuando queremos detener el tiempo para disfrutarlo un ratito más.

Soy fan de la autora y me ha vuelto a ganar con este juego de espejos.

Por un lado, soy cinéfilo y me ha encantado entrar en el rodaje de una película y bucear en el crisol de sentimientos entre director, actores y actrices. Sus relaciones nacen y mueren en una realidad que por momentos se funde con la ficción que representan. Ha sido un placer conocer a Eva, Chiara, Adrià, Ferran, Toni, Nura, Ismael, Júlia, Bruno, Gabriele…

Por otro lado, me ha resultado fascinante redescubrir la historia de Helena de Troya. Tengo La Ilíada entre mis lecturas pendientes, pero sí he visto varias veces la película Troya de Wolfgang Petersen y también estuve en Grecia en 2006 con un guía que nos contagió su pasión por la mitología. María de la Pau Janer lo cuenta a su forma… y su forma no puede ser más bonita. Me ha encantado acompañar a Helena, Paris, Héctor, Casandra, Aquiles, Menelao, Agamenón, Ulises…

Todos los nombres de Helena nos habla de la vida y de la muerte, de sufrimiento y de gozo, de pérdida y de superación, de culpa y de perdón, de familia y de amistad, de actuaciones y suplantaciones, del pasado y de visiones de futuro, de instantes felices y amores eternos.

Gracias, Pau.