Su tía y usted son peores que esas carmelitas que viven encerradas en sus celdas. ¿Le importaría explicarme cómo sobreviven sin aire, sin ejercicio, sin ninguna clase de contacto humano? No entiendo siquiera cómo siguen con vida. Me miró como si hubiese hablado en un idioma desconocido, y su respuesta fue tan escueta que suscitó mi irritación: —Nos acostamos muy temprano… mucho más temprano de lo que se figura. —Estaba yo a punto de añadir que eso sólo contribuía a ahondar el misterio, cuando me proporcionó un poco de alivio diciendo—: Antes de su llegada, no vivíamos tan recluidas. Pero nunca he salido de noche. |