Días para morir en el paraíso

Con la simple premisa de este libro ya me había llamado la atención: ¿cómo serían nuestras vidas si en el planeta no hubiera aire respirable suficiente para todos y tuviéramos que pagar por el aire que respiramos? Esa simple idea es la que se desarrolla durante toda la historia, en realidad como trasfondo a la verdadera trama.

Nada más empezar nos encontramos con un thriller. al principio puede parecer de rimo lento, pues se limita a describir la vida de Vidal, un empleado que trabaja para el Ministerio de Información y a transmitirnos la apatía que siente por su trabajo y todo lo que le rodea. Básicamente se aburre porque se limita a existir y no a vivir en ese futuro hipotético (y que en realidad no sabemos si es lejano o no). Así que para combatir esa apatía decide interesarse por el trabajo de su predecesor en el puesto que le asignan, Renian.

A partir de ahí todo se embala, y el primer acontecimiento que desencadena el ritmo más rápido de la novela es la aparición de Vanella, un androide femenino que ayuda a Vidal en su búsqueda del gran misterio: averiguar si el desaparecido Volpi, magnate y dueño de Airvol, el gran monopolio de venta de aire embasado, sigue vivo o no.

En este punto la historia se desgrana en dos tiempos, uno en el que seguimos la investigación de Vidal y Vanella, y otro que nos relata quién fue reamente Renian y qué pasó con él para que dejara el puesto de Vidal vacante.

Ambas historias son trepidantes, suceso tras suceso, aunque sin darnos cuenta, el autor va describiéndonos ese futuro asfixiante, y muchísimos aspectos de la vida de nuestras futuras generaciones, como su tiempo de ocio y las nuevas formas de diversión, la organización del trabajo, incluso las forma de relaciones con otras personas, que viene siendo escasa por la falta de espacios exteriores habitables.

En definitiva, me he encontrado con un libro distinto, que mezcla géneros de forma original pero a la vez recuerda a grandes clásicos tanto de la literatura como del cine. Según leía capítulo tras capítulo, no podía evitar que el ambiente apático que describe el autor de ese futuro me recordara a la ambientación de Bladerunner, o que la forma en que tienen las organizaciones gubernamentales de controlar cada aspecto de la vida de los futuros ciudadanos se parezca al gran hermano que describía George Orwell en 1984. Además, la estructura de los capítulos, cortos y muy concisos, hace que el ritmo de la lectura se acelere muchísimo y leamos uno tras otro sin darnos cuenta, que por otra parte se agradece, porque este tipo de novelas suelen ser muy densas y no es el caso.

Por último, muchas gracias al autor por facilitarme el ejemplar y permitirme disfrutar de esta historia, pensada y escrita para hacernos reflexionar sobre un problema en un futuro hipotético, pero que puede ser más real de lo que pensamos en el presente.
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Un relato de ciencia ficción con personajes deshumanizados, dependientes de vivir en sociedad para lograr respirar, pero condicionados a estar solos y no sublevarse. Un relato rápido en su desarrollo que nos introduce en la trama con facilidad pendientes de las palabras para conocer lo que depara el futuro al protagonista y la incertidumbre de si logrará descubrir, no solo donde se encuentra Volpi y si es cierto que sigue vivo, sino que es lo que sucede en su propia cabeza. Imaginativa, ágil, una historia que todos aquellos que no han olvidado a “1984” lo más seguro que disfrutarán.

Para vencer una existencia monótona, Vidal, un anodino agente del Ministerio de la información, se ve impelido, como consecuencia de una fuerza inexplicable, a vivir la vida de un completo desconocido, cuya historia llegó a él por puro azar, o más bien, a continuarla en el punto en el que este hombre la dejó. Es de este modo que alternando ambas vidas, la de Vidal que nos relata su día a día intentando descubrir el paradero de Volpi a través de los datos recabados por su antecesor y por otro lado, las pesquias de Renian hasta llegar al punto en las que retomará la investigación Vidal, se irá conformando la trama de dos vidas que se convierten en una sola, en el intento de aclarar la muerte de quien obstentaba el mayor control del bien más preciado, el aire. Ambas narraciones se superponen, creando un marco de incertidumbre y misterio todo ello encaminado a descubrir en qué deparará todo este asunto.

Antagón se nutre de la indiferencia de sus habitantes para subsistir, el fallecimiento de un humano supone alguien menos con quien racionar el agua y el aire, considerándose la muerte como una forma de equilibrio a la que todos se deben acostumbrar. Este egoísmo y falta de empatía con el prójimo se consigue convirtiéndolos en seres individualistas y solitarios, ajenos al sufrimiento ajeno. Esta imagen nos retrotrae en diversas ocasiones a ese mundo creado por el gran maestro de la ciencia ficción, George Orwel y ese gran hermano que lo vigilaba todo y mantenía a la población ignorante para así lograr manipularla. El miedo a una guerra o a la falta de oxígeno en este caso, reprimen las ganas de revelarse y acomodarse a las circunstancias sin rechistar.

Molina nos va retratando este mundo a través de las vivencias, las emociones, pensamientos y conversaciones de los personajes que van mostrándonos este mundo desolador sin demasiadas descripciones, con frases breves que van directas a la acción, empujándonos a seguir leyendo y lograr descubrir si existe o no un paraíso en el que el ser humano alcance la libertad.
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