Hombre Lento

“Tesis, antítesis y prótesis.”

Paul es un hombre tranquilo, sereno, tibio, lejos de pasiones furibundas, que no ha hecho mal a nadie pero tampoco bien, ese tipo de hombre en el que, como él mismo nos dice, poder “acurrucarse en una noche fría”. A este hombre, a sus 60 años, le acaban de amputar una pierna a causa de un accidente que le arroja a una zona de humillaciones, de necesidad de ayuda para todo, de ser tratado por terapeutas, cuidadores y facultativos como un niño, incluso como un niño un poco tonto.

Así las cosas, cede a la melancolía, a la autocompasión y al arrepentimiento de, como casi siempre ocurre, algo que no hizo cuando pudo: tener un hijo. Y, al ladito de esos sentimientos, la triste falta de una compañera y de fe en el futuro.

“El hombre que era antes no es más que un recuerdo, y un recuerdo que se desvanece deprisa. Sigue conservando la sensación de ser un alma con una vida espiritual completa; en cuanto al resto, no es más que un saco de sangre y huesos con el que está obligado a cargar.”

Así las cosas, aparece Marijana y su sonrisa hace desaparecer todas las nubes negras. Marijana es la persona que lo cuida, le hace las curas y atiende su casa. Marijana está casada y tiene tres hijos. Aun así, Paul quiere convertirse en su amante y cuidar de su prole.

Así las cosas, piensa sobre el amor, su relación con la belleza, …

“Si su amor por Marijana es realmente puro, ¿por qué esperó a aposentarse en su corazón hasta el momento en que vislumbró sus piernas?... ¿Existen cosas tales como las patas hermosas entre las arañas hembras…?”

… si se puede sobrellevar un amor no correspondido…

“…el amor no necesita ser recíproco, siempre y cuando haya suficiente amor en la habitación… Si se ama con la bastante intensidad, no es necesario ser correspondido.”

… si a su edad puede aspirar a ser amado.

“—¿Ya no puedo amar a quien yo elija?
—Por supuesto que puede amar a quien elija. Pero tal vez de ahora en adelante debería reservarse ese amor para usted, al igual que uno soporta un resfriado a solas, o un ataque de herpes, por consideración hacia sus vecinos.”

Así las cosas, aparece Elizabeth Costello… y ahora es el lector el que sufre un accidente del que sale conmocionado sin saber qué ha pasado ni dónde está. Cuando empezamos a recobrarnos del golpe, o eso creemos, empezamos a vislumbrar que Costello puede ser la escritora de la novela que leemos y en la que ella misma es un personaje, una escritora que reflexiona en voz alta sobre aquello de lo que escribe, que llega a discutir con su protagonista sus acciones y su destino, algo a lo que de ningún modo está dispuesto Paul, que, sin saber a qué atenerse, lucha por deshacerse de tan molesta visitante.


Así las cosas, tampoco Elizabeth Costello está muy contenta con la novela y el personaje con el que le ha tocado lidiar, pero no parece tener alternativa e intenta sacar el mejor partido posible de ese personaje con el que parece haberse producido una inexplicable elección mutua: intenta “averiguar qué pasa cuando un hombre de sesenta años compromete su corazón de forma inapropiada”.

“Somos quienes somos, Paul. Esta, por el momento, es la vida que nos ha tocado vivir y tenemos que vivirla. Cuando yo estoy con usted, estoy en casa; cuando no estoy con usted, no tengo casa. Así es como han caído los dados.”

Así las cosas mejor no les cuento nada más, quizás ya lo he hecho en demasía, pero sí les aliento a leer esta gran, conmovedora y algo deprimente novela, para qué vamos a decir otra cosa, de un gran autor al que a cada libro que leo admiro más.

“Los dos somos feos, Paul, viejos y feos. Y más que nunca nos gustaría llevar en nuestros brazos la belleza del mundo. Ese anhelo nunca muere en nosotros. Pero la belleza del mundo no nos quiere a ninguno de los dos. Así que tenemos que conformarnos con menos, con mucho menos. de hecho, tenemos que aceptar lo que se nos ofrece o pasar hambre.”