Un cómic que nos hará viajar hasta la Alabama de los años 20, momento en el que existe una precariedad social y una crisis económica desencadenada por la crisis bancaria. Un mundo duro el de la agricultura, con el que tiene que lidiar el personaje principal, Roscoe. Un hombrecillo que al principio te despierta poca empatía pero al que vas compareciendo conforme pasas las páginas. Un trabajo como otro cualquiera nos cuenta de una forma peculiar, pues su estética es muy interesante, las vicisitudes en la vida de un hombre que, por querer sacar a su familia adelante, comete un robo y desencadena una muerte involuntaria. A partir de entonces, la vida de Roscoe no será para nada fácil. Se las verá con la cárcel de entonces dónde reinaba la violencia de manos de presos pero sobre todo de manos de guardias. Tendrá que enfrentarse a un sistema de reintegración cuanto menos, pobre y obsoleto. Verá como sus seres queridos lo abandonan y sus pocos amigos corren suertes parecidas a la de él. Tras una vida entera en la cárcel, volverá a caer una vez más en su obsesión y su perdición: la electricidad. Cómo he dicho antes, el cómic es interesante por la estética y los colores que utiliza. Las imágenes son crudas y muy realistas. Y aunque la historia me ha tenido atrapada hasta el final, pues quería saber qué sería de Roscoe; no es un tema que me interese en exceso. |