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En un cementerio de Nápoles aparece una misteriosa amenaza en forma de siete tumbas con nombres grabados en las lápidas y solo una de ellas está (recien) ocupada. Los nombres pertenecen a miembros de la mafia, desde el jefe de un clan, narcos, asesinos… y uno de ellos es Michele Vigilante, quien lleva media vida en la cárcel, respetado y temido entre sus compañeros presidiarios y quienes le esperan fuera. Él será el protagonista y tendrá que enfrentarse a un pasado que no perdona. Una novela oscura, violenta, dura… y, sin embargo, muy emotiva. El autor tiene una forma increíble de describir los ambientes: el día a día en la cárcel, las actividades ilegales de la camorra, la organización de la mafia y sus tejemanejes… de una forma que te hace pensar que lo conoce de cerca. Toda la novela tiene un olor a realidad que la hace realmente intensa. Y es que el autor fue comisario y subdirector de una cárcel de máxima seguridad. La trama se nos cuenta principalmente de la mano del implacable Vigilante, en varias líneas temporales: su juventud, su etapa en la cárcel y su presente, pero también tenemos la visión de la policía que investiga el caso de las tumbas, si bien el autor se centra más en el lado de la mafia. La visión psicológica del protagonista es increíble. Vemos cómo madura, sentimos su dolor, nos asustamos por y con él… Me ha gustado encontrarme con un tipo de personaje diferente, tan real que asusta. Reconozco que cuando empecé la lectura me esperaba un thriller policiaco de esos que tanto me gustan y, a pesar de haber una investigación, desde luego no lo es. En cualquier caso, la trama es rápida, con un estilo sobrio pero agradable de leer y un final sorprendente y a la altura de la historia. La guinda: el libro está plagado de referencias a grandes clásicos al inicio de cada capítulo y que marcan el devenir de la trama. No encontrareis una historia bonita o fácil sino un retrato brutal y, me atrevo a decir real, de la mafia napolitana con buen vestido de ficción. |
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