El llanto del Quetzal: La conquista de México de María de Estrada

Siempre es un verdadero placer adentrarse en una novela histórica narrada con gusto, dinamismo y, sobre todo, documentación; y esto es lo que precisamente nos ofrece Ricard Ibáñez en “El llanto del quetzal”. Reconozco que me parece una empresa muy valiente acometer desde un punto de vista literario, pero con tanta exactitud, un entorno tan complejo como el de las guerras que siguieron a la llegada de Colón al continente americano. Si además añadimos el gusto y la precisión con la que desarrolla todo el rico y variado contexto indígena y que el hilo conductor de su historia sea María de Estrada (una de las pocas mujeres cuyo nombre conservamos en el ámbito de las expediciones españolas), nos encontramos con un libro muy atrayente y con un mérito que se debe tener en cuenta.

En 1509 María de Estrada, casada por poderes con Pedro Sánchez Farfán, se dirige al Nuevo Mundo para conocer a su marido y comenzar allí una nueva vida. Sin embargo, un naufragio retrasará este encuentro y tendrá que adaptarse, mucho antes de lo que pensaba y de una manera mucho más drástica, al nuevo contexto completamente desconocido para ella. Sin querer adelantar partes significativas de la trama, su destino se encontrará vinculado al de las expediciones de Hernán Cortés en México, especialmente en su afán por la conquista de Tenochtitlán, capital de los aztecas. Por el camino tendrán trato de diversa naturaleza con los diferentes estados indígenas que hallarán en su camino, pero todo ello con el despiadado contexto bélico de fondo, tanto en lo que atañe a las “Guerras Floridas” mexicas como a la barbarie de los recién llegados conquistadores.

Me parece todo un acierto que el autor utilice la terminología indígena tanto para los conceptos más relevantes del libro (para lo cual nos ofrece un glosario al final de este) como para los propios grupos culturales, en vez de utilizar los términos divulgados por la historiografía posterior (nunca habla de aztecas, sino de mexicas, término directo del náhuatl). María de Estrada se nos presenta como hilo conductor de la historia y, si bien al principio tiene un gran peso y su periplo nos lleva a conocer mayor diversidad étnica y cultural, más adelante aparece un poco desdibujada perdiéndose entre los hitos de los “grandes hombres” del momento (algo que tampoco es reprochable teniendo en cuenta que nos hallamos en el Siglo XVI). Sin embargo, sí que hace un gran esfuerzo por adentrarnos en ese contexto femenino tanto en el mundo indígena como en el español.

Por otro lado, las descripciones son soberbias y realmente nos transportan a cada una de las ciudades y la naturaleza que los soldados van encontrando a su paso. Es un relato duro, por supuesto; incluso cuando se conoce la historia, el autor narra las batallas y todos esos actos sacrificiales, punitivos y de muchos otros tipos, con tanto detalle que es imposible que no trasciendan al lector. También nos ofrece una historia mucho más compleja de la caída de Tenochtitlán y de todas las alianzas que debió forjar Cortés para lograr su cometido. Si bien algunas escenas y personajes históricos contienen algunas licencias literarias, el autor nos lo explica al final de su obra repasando algunos de los datos que se conocen acerca de la vida de los mismos (además lo realiza de una forma muy amena, algo que siempre es bien recibido en divulgación histórica). Únicamente puedo concluir que ha sido verdaderamente cautivador acompañar a María de Estrada en su recorrido por el Nuevo Mundo desde una perspectiva completamente fresca e impactante.