Es necesario entender que, habitualmente, las víctimas de abusos y maltratos sufren mucho más emocionalmente de lo que son capaces de decir, que necesitan tiempo y, sobre todo, comprensión. Miguel se encarga de hacer entender esto a la perfección en su desgarradora historia que, en realidad, es un un golpe directo a nuestras consciencias, haciéndonos ver que no tratamos bien a nuestras víctimas y que no podemos mirar para otro lado ante las injusticias, y un grito de esperanza pues, a pesar del sufrimiento que ser víctima puede causar, siempre se puede remontar, salir adelante y hacer de ese dolor algo bueno. Es un libro bien estructurado, escrito que da gusto, que quita venda de los ojos y que te hace estar pegado a él hasta acabarlo. |