Nadie en Occidente volverá a ser feliz nunca más (…) la felicidad hoy no es más que un viejo sueño, las condiciones pasadas para su existencia simplemente ya no se cumplen.
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Nadie en Occidente volverá a ser feliz nunca más (…) la felicidad hoy no es más que un viejo sueño, las condiciones pasadas para su existencia simplemente ya no se cumplen.
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Y hoy entiendo el punto de vista de Cristo, su reiterada desesperación ante los corazones que se endurecen: tienen todas las señales y no las tienen en cuenta. ¿Es que de verdad hace falta, además, que dé mi vida por esos miserables? ¿Es que de verdad hay que ser tan explícito? Se diría que si. |
...y lo peor es que a los cuarenta y seis años caí en la cuenta de que había tenido razón aquí en aquella época, las chicas son unas putas si se quiere, se puede ver de esta manera, pero la vida profesional es una puta mucho más grande y no te da ningún placer.
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"El mundo exterior era duro, implacable con los débiles, no cumplía nunca sus promesas, y el amor seguía siendo lo único en lo que todavía se podía, quizá, tener fe."
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Estábamos en la realidad y por eso volví a mi casa. Me había sobrevenido una erección, cosa pena sorprendente tenido en cuenta cómo había ido la tarde. La traté con los medios habituales.
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"Yo estaba de mal humor y me serví un vaso grande de vodka sin esperar a Aymeric, al tiempo que devoraba rodajas de morcilla artesanal, está claro que no se puede hacer nada con la vida de la gente, me decía, ni la amistad ni la compasión ni la psicología ni la comprensión de las situaciones tienen la menor utilidad, la gente se fabrica ella misma el mecanismo de su desdicha, le da cuerda y luego el mecanismo sigue girando, ineluctable, con algunos fallos, algunas debilidades cuando la enfermedad interviene, pero sigue girando hasta el final, hasta el último segundo."
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Realmente no se puede hacer nada con la vida de las personas, me dije, ni la amistad, ni la compasión, ni la inteligencia de las situaciones sirven de nada: las personas fabrican el mecanismo de su propia desgracia, le dan cuerda y el mecanismo funciona al girar.
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También se podría decir que incluso cuando personalmente has perdido la partida, cuando has jugado tu última carta, perdura en algunos - no en todos, no en todos - la idea de que algo en los cielos va a hacerse cargo del juego, va a decidir arbitrariamente que se reparta otra mano, que vuelvan a lanzarse los dados, y ello incluso cuando nunca has advertido, en ningún momento de tu vida, la intervención ni tampoco la presencia de una divinidad cualquiera, incluso cuando eres consciente de que no mereces especialmente la intervención de una deidad favorable, e incluso cuando te das cuenta, considerando la acumulación de errores y faltas que constituye tu vida, de que la mereces menos que nadie.
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La muerte, sin embargo, acaba imponiéndose, la armadra molecular se agrieta, el proceso de desintegración reanuda su curso.
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Yo todavía no tenía treinta años pero entraba poco a poco en una zona invernal que ningún recuerdo de la bienamada ni ninguna esperanza de renovar el milagro aclaraban, aquella astenia de los sentidos iba acompañada de una creciente desinversión profesional, la task force se deshilachada poco a poco, hubo aún algunos destellos, algunas declaraciones de principio, en particular cuando iba a tomar una copa con los compañeros...
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¿Cuál de los siguientes libros fue escrito por Gustave Flaubert?