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Crítica de Yani


Yani
04 April 2018
La experiencia de lectura de Odisea me resultó tremendamente particular: a medida que avanzaba con este libro, no podía dejar de encontrarlo en otros que estaba leyendo y que son, obviamente, más jóvenes que este. Me impresiona (de buena manera) la influencia y la vigencia que tiene este larguísimo poema, a comparación de Ilíada, cuyos hipertextos son más difíciles de señalar. Dejando de lado mi inquietud literaria, voy al grano: Odisea es un libro que todos deberíamos leer algún día, ya sea por mandato divino (?) o por decisión propia (el más divino de los mandatos).

Se dice que la historia se puede dividir en tres bloques, pero para simplificar la reseña me quedo con dos. Por un lado, tenemos a Telémaco, el hijo de Odiseo/ Ulises, tratando de mantener el orden de su casa, que sufre la ausencia del padre. Hay una gran cantidad de hombres que, frente a la falta de conocimiento sobre qué pasó con Odiseo después de la guerra de Troya, prácticamente ocuparon la casa con tal de que Penélope, la reina de Ítaca, elija un nuevo esposo. Telémaco ya no puede sobrellevar la situación y Atenea lo invita a buscar noticias de su padre. Por otro lado, Odiseo está vivo. No es un adelanto: es algo que se sabe, pero que no se dice con firmeza. Está cautivo en la isla donde vive Calipso, una ninfa que lo retiene para casarse con él. Cuando logre liberarse gracias a la intervención de los dioses, Odiseo vagará involuntariamente por varios lugares y contará qué le sucedió antes de terminar casi secuestrado por una diosa.

En algunos puntos me pareció más orgánica que Ilíada y en otros no. Resulta más cómodo para el lector de ahora que los protagonistas sean un número reducido y no una proliferación de nombres como en el anterior. Si bien se podía identificar a Aquiles, Agamenón, Héctor, Patroclo y compañía, aquí los importantes se reducen y están más desarrollados. Lo que no me pareció homogéneo (y esto no es ninguna genialidad, lo dicen todos) es el marco que le da las aventuras de Telémaco, aquello que se conoce como “Telemaquia”. le sumo la forma en que se incluyen las historias de Odiseo y la disparidad de últimos cantos, que son bastante raros. Muchos especialistas sostienen que es altamente probable que unos cuantos pasajes hayan sido agregados después y que ni siquiera sean de Homero, así que no seré quisquillosa con eso. Es normal que estos poemas orales sufran esa clase de cuestiones. El único problema que tuve es que retrocedí muchas veces a releer porque había cosas que no me convencían o que olvidaba rápidamente por no haber sostenido un ritmo continuo de lectura.

¿Qué decir de la historia en sí? Las situaciones que viven este personaje y su tripulación (sin olvidar la familia) son conocidas individualmente, pero debo decir que leerlas en conjunto, sin omisiones de contexto, las hace mucho mejores y más entretenidas. Todo tiene un origen, un por qué, y en algunos casos eso se pierde. Recuerdo que en la escuela me habían hecho leer una adaptación para chicos y ahora que leí la versión original me di cuenta de dos cosas. En primer lugar, es imposible querer adaptar esto sin dejar afuera un montón de cuestiones sociales (la hospitalidad, por ejemplo) que para el amante de lo clásico son un festín. En segundo lugar, hay demasiadas escenas y descripciones que se eliminan porque son “fuertes”. El cruce entre Polifemo y Odiseo en la cueva es tan cruel como los últimos cantos, en donde Odiseo se despoja de todos sus rasgos de civilización y caballerosidad. Por decirlo de alguna manera, vivir una odisea implica más sangre de lo que se piensa. Me pareció más efectista que la Ilíada, cosa extraña, porque el libro se centraba en una guerra y había cadáveres por doquier. Sin embargo, aquí hay una pizca más de ensañamiento.

¿Qué decir de los personajes? Creo que las aventuras de Odiseo lo desmitifican bastante. A mí me gustaba mucho el personaje por lo poco que sabía de él y, sinceramente, en este libro ya no sentí tanta simpatía por él. Tiene más fama de astuto de lo que realmente es: hay muchas situaciones que las resuelve con ayuda de los dioses y de otros personajes. Tal vez lo que me haya decepcionado no sea eso, sino la cara violenta de Odiseo. Algunas decisiones que toma me parecieron exageradas, a pesar de que en esa época hubieran sido comprensibles. Y su hijo tampoco me cayó bien: es un joven que crece, en muchos sentidos, a lo largo del libro. Para mí no fue el segundo héroe del día, sino un chico que trata de ser “el hombre de la casa” y se da el lujo de decirle a su madre, frente a los galanes que la pretenden, que no hable y que se vaya a tejer. Muy irritante. Creo que mi única favorita en esta historia es y seguirá siendo Atenea, quien merece el epíteto “niña mimada de papá Zeus” (las escenas entre ellos son lo mejor de toda la mitología) y sus intervenciones son una mejor que la otra. Calipso y Circe me habrían agradado si no se hubieran querido quedar con Odiseo apenas lo conocieron. Con respecto a Penélope, tengo mis dudas, sobre todo porque hay escenas en donde no parece ni tan inteligente ni tan amorosa como se la describe.

Hay una interminable lista de temas para tratar sobre Odisea. En cada canto aparece algo nuevo que reclama la atención y complejiza y demora toda la lectura, pero vale la pena tomarse el tiempo. Me gustó mucho saber, por ejemplo, qué pasa con los muertos según Homero, algo que en Ilíada no está presente y que reaparece en varios libros clásicos posteriores. Creo que no logró llegar a ser mi favorito por sobre Ilíada porque el retraso de la develación (no diré de qué) en el final me resultó excesivo y hasta un poco ridículo. Y cuando sucedió eso no sentí ninguna emoción porque ya estaba harta de las idas y vueltas y de la invención de historias de vida que sólo enmarañan las cosas. Además, no fue como esperaba y cayó en un lugar común. Más allá de lo anterior, el libro es muy disfrutable y los momentos en los que flaquea son escasos. Tiene mucha inventiva y me asombra cómo cada “puerto” que toca Odiseo parece un mundo completamente nuevo, con reglas y costumbres propias. Probablemente no sea el libro ideal para aquellos a quienes no les gusta la aventura (de hecho, yo huyo bastante del género), pero con mucha paciencia y buena predisposición puede llegar a ser una opción acertada. Es cuestión de animarse.
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