Háblame, ¡oh, Musa!, de ese ingenioso héroe que viajó de aquí para allá después de metérsela doblada a la famosa ciudad de Troya. Visitó muchas ciudades y numerosas fueron las naciones de las que sacó partido y algún hijo extra; además, sufrió mucho mientras procuraba, a medias, conducir a sus hombres sanos y salvos de vuelta a casa; pero, no pudo salvarlos, pues perecieron por su propia locura al comer las vacas de Helios: vaca que no has de comer, déjala pacer Háblame también de todas estas cosas, ¡oh, hija de Zeus!, Todos habían vuelto ya a su hogar menos Ulises, a quien, aunque estaba deseando, decía, regresar a su patria con su mujer, retenía la diosa Calipso, si bien a Ulises no parecía estar de mala gana, menudo tarambana. Llegó el momento en el que los dioses decidieron que volviese a Ítaca, ya que habían empezado a compadecerlo, mas no Poseidón, que siguió acosándolo sin cesar y no le dejaba regresar. Quizás porque Ulises era un chulito recalcitrante, a la par que mentiroso, bastante. Pobre Odiseo, cuánto sufrimiento y qué poco tiento con su Penélope, aguantando gorrones día tras día. ¿Cuánta comida puede haber en Ítaca? ¿Por qué no hay una empresa de catering llamada de tal manera? Y respondió Atenea: Anto, pesadísimo lector, nada has entendido. Inútil el esfuerzo de @bansbooks para que conjuntamente lo leyeras. Te puse la edición de @blackiebooks para que pudieras ser el intelectual que pregonas, pero ni así funcionas. No solo está la inmortal obra de Homero, tratada con esmero y acompañada de Calpurnio, sino que también aparece la versión de esa Penélope en la pluma de Margaret Atwood. ¿Esto, señor, no te conmueve? Oh, Atenea, claro que me conmueve, pues es obra milenaria y ni un pero le pondré, salvo al viva la virgen de Ulises, que mucho se quejaba pero bien que disfrutaba. Claroscuros de nuestros héroes tal y como la vida nos muestra. Y ahí para el combate, pues no quiero que Zeus me remate |