El gato que venía del cielo

: ( Este podría ser el emoticono que resumiera mi sentir sobre el libro.
Me acerqué a la novela emocionada: a fin de cuentas trataba de animales y no de cualquier animal, sino de un gato.
Sin embargo la obra no se centra de lleno en el gato. Comienza con el relato del traslado a una nueva casa del protagonista y su esposa. En esa casa, de alquiler, hay dos condiciones para ser admitido: no tener hijos ni animales. Para el matrimonio no supone ningún problema ya que no quieren tener hijos y tampoco ningún tipo de bicho.
Hasta que un niño del vecindario adopta a Chibi. Este minino se cuela de modo subrepticio en la novela, del mismo modo que entra en la vida de los protagonistas, que prácticamente no se darán cuenta de lo que lo aprecian hasta que Chibi desaparece de sus vidas.
La adaptación de la forma al contenido está bien realizada: el gato aparece a duras penas, entre líneas, y al lector le cuesta tanto verlo como al protagonista localizarlo en su casa o en el jardín.
Pero esta misma adecuación hace que el libro me decepcione. Yo quería un libro con más gato. Quería un gato como el de Soseki, rotundo y presente.
Por eso, el gato etéreo de la novela me ha dejado con un sabor de boca un poco amargo.